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Actualizado: 30 de abril de 2025


Además, el doctor le había inspirado una gran confianza y sentía el anhelo de todo enamorado por comunicar su felicidad. ¿A quién mejor que al bondadoso Aresti, que además aparecía ante sus ojos engrandecido por su parentesco con Pepita?... La reserva vergonzosa del ingeniero, se convirtió en una verbosidad atropellada.

El tillo sin un solo tapiz, combado y lustroso, daba una impresión de frío y ancianidad, como de espalda inclinada y desnuda en un viejo achacoso. Algunas sillas, compañeras del sofá, se replegaban contra los muros con vergonzosa timidez.

Y como de los que vienen, la mitad mueren de borrachera... El mismo Murat está padeciendo unos cólicos, que se lo llevarán al otro mundo. ¡Quía!, si lo que tiene es una enfermedad vergonzosa. Así pagará las que ha hecho. ¿Pues qué puede ser eso sino castigo de Dios por su barbarie y crueldad? No es eso, señora; es que, según dicen, es aficionado a la bebida.

El pródigo disipa sus riquezas en los placeres y en la ostentacion: pero no tarda en encontrar un vengador de sus desvaríos en la pobreza andrajosa y hambrienta, que le impone en vez de goce privaciones, en vez de lujosa ostentacion escasez vergonzosa.

19 Y por eso los que son afligidos según la voluntad de Dios, encomiéndenle sus almas, como a fiel Criador, haciendo bien. 2 Apacentad la manada de Dios que está entre vosotros, teniendo cuidado de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia vergonzosa; sino con ánimo pronto;

Si hubieses llegado hasta aquí, si hubieses contemplado con refinada crueldad mi vergonzosa muerte, yo te juro que al tornar a casa no serían tan serenas tus miradas como lo son ahora, ni el beso de la hija o de la esposa te sabría tan dulce. Mi agonía te hubiera quitado el sosiego, te hubiera envenenado el alma por algunas horas.

Y se apartó de la cama para que viese a Margalida, oculta tras el capitán, encogida y vergonzosa ahora que el señor podía mirarla con ojos limpios de fiebre. ¡Ah, «Flor de almendro»!... La mirada de Jaime, tierna y dulce, la hizo enrojecer. Tuvo miedo de que el enfermo pudiera acordarse de lo que ella había hecho en los momentos más críticos, cuando estaba casi segura de que iba a morir.

Vió al poco rato cómo Elena se dirigía también disimuladamente hacia el gabinete, y sintió una curiosidad vergonzosa.

Entonces, rechazando como vergonzosa la posibilidad de haberse enamorado, sacrificó su gusto al pícaro amor propio, y determinó huir cuanto antes de Cristeta, en cuyos encantos comenzaba a vislumbrar, no una conquista semejante a sus anteriores hazañas, sino una red capaz de aprisionarle para siempre. <tb> Eran las dos de la madrugada.

¿Fue ternura repentina, de la que se creía incapaz, o vergonzosa abdicación de sus principios y presagio de mayores debilidades? Nadie le culpe. ¿Cómo ser cruel con una mujer que, lejos de echar en cara los favores otorgados, ni arrepentirse de ellos, ni solicitar cosa alguna para lo porvenir, se limitaba a pedir lealtad?

Palabra del Dia

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