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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Pero vosotros, los que, alucinados por esa gloria, admiráis el coloso de la maldad, escuchad; escuchad, sí, un momento; atended un instante y veréis este prodigio disipado, desvanecido, destruido en menos tiempo del que necesitó para elevarse. ¿Dónde encontrar el rastro de su paso?
Comienza con un largo sermón de un fraile, citando muchos autores, entre otros, á Boetius, de Consolatione; á San Agustín, de Angelorum Choris, y á San Remigio, de Dignitate Sacerdotum. «Estos hombres doctos, dice, me mandan venir á este santo anfiteatro para anunciar los personajes que saldrán en seguida; la obra que veréis, se titula Los misterios de la Virgen.»
En el Ibiaza, pues, se ha recogido, Como digimos, maiz y frijoles, Y habiendo los huidos convencido, Apresta Juan Ortiz sus españoles Para salir de allí; y no ha partido, Cuando un gran temporal vereis, y dióles En medio una laguna que pasaban, A donde seis soldados se ahogaban.
Tellagorri también fué muy felicitado por tener un sobrino de tanto valor y audacia. El viejo, muy contento, aunque haciéndose el indiferente, decía: Este sobrino mío va a dar mucho que hablar. De casta le viene al galgo. Porque yo no sé si vosotros habréis oído hablar de López de Zalacaín. ¿No? Pues preguntadle a ese viejo Soraberri, ya veréis lo que os cuenta...
De allí me les empaquetaron para el Pardo, de donde me mandó Nina un papelito, diciéndome que haga un empeño para que la suelten... Veréis lo que hice esta mañana: alquilé una bicicleta y me fui al Pardo... Antes que se me olvide: si sabe mi mujer que he paseado en bicicleta, tendremos bronca en casa.
Al malo, mal suceso no le pena, Que si hoy dos mil desastres le han venido, Mañana le vereis con triunfo y gloria, Perdida de sus males la memoria. La causa de este mal es el anchura, Y libertad tan grande permitida, Que vemos una grande desventura, Que la muy baja gente es tan tenida, Como la que es mas noble de natura.
El sistema, como se ve, no puede ser, ni más exacto ni más sencillo. Mientras se leen nombres y números, hagamos nosotros algunas observaciones sobre las quintas en Filipinas. Alrededor del tribunal, no veréis esa multitud impaciente y anhelante, que con gran zozobra espera oir su nombre. En el hogar, ni llora la madre, ni reza la abuela, ni suspira la novia, ni calcula el padre.
Velázquez fué saludando á sus amigos cordialmente y les invitó á sentarse. Estaba tranquilo y á las frases de sentimiento que dejaban escapar todos al darle la mano respondía con afectada alegría. Dejad que me dé un poco el fresco, hijos. Este Cádiz se me venía ya encima... Veréis cómo hago una gran fortuna por allá.
«Que vista en pocos dias triste luto «Y que me pague en llanto su tributo «La que llaman República Oriental: «Atádmela á la cincha con un lazo «Que dando espuela y rienda á mi picazo «La vereis por las pampas arrastrar.
Despertadle los celos, hacedle entrever que su babay escucha amoroso cundiman, alza el cogon ó descorre las conchas á significativas enfrentadas, y si le oís murmurar yo cuidado, veréis en aquellas palabras estereotipado el paroxismo de los celos.
Palabra del Dia
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