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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Ventura, con su desdeñoso porte, con sus riquísimos vestidos, con la frialdad despreciativa con que trataba a sus conocidas, vengaba lindamente a aquella pobre mujer, a quien las señoras de Sarrió tanto habían hecho sufrir en vida. Se pasó el invierno en Tejada, un invierno crudo, como pocos lo habían sido. A temporadas llovió mucho, y esto hacía imposible el salir de casa.
Vacilaba en dirigirse de nuevo á Mercedes la Cardenala, temiendo fundadamente que le rechazase, cuando llegó á sus oídos la noticia del rompimiento de Antonio y María-Manuela. De pronto nació en su mente la idea de galantear á ésta, con lo cual, además de procurarse distracción, se vengaba, hasta donde era posible, de su rival y molestaba á Soledad.
Daba el erudito á D. Marcos, D. Marcos al Duque, este al erudito, el cual se vengaba en la poetisa, que arañaba á todos y chillaba como un estornino, siendo tal la baraúnda, que no parecía sino que una legión de demonios se había metido en mi casa.
Y mujer macilenta, Forcejeando en ánsias ya mortales, Contra el lúbrico abrazo del falsario En sus horribles crápulas letales... Con sus órbitas huecas De carcomido sátiro en lujuria Que arranca, atroz, horripilantes muecas En la tragedia de bestial injuria. Así lanza Rizal su primer reto Al amor monacal en esqueleto... Y ya a Dámaso Ponce le vengaba Y a su historia infeliz se anticipaba.
Garabato acogía con resignación estas amenazas, pero se vengaba de ellas encerrándose en un silencio de hombre superior, contestando con encogimientos de hombros a la alegría del maestro cuando éste, al volver de la plaza en una tarde feliz, preguntaba con satisfacción infantil: ¿Qué te ha paresío? ¿Verdá que estuve güeno? De la camaradería juvenil guardaba el privilegio de tutear al amo.
Lo peor del caso era que nunca le había pasado por las mientes casarse con Jacinta, a quien siempre miró más como hermana que como prima. Juan la hacía rabiar, descomponiéndole la casa de muñecas, ¡anda!, y Jacinta se vengaba arrojando en su barreño de agua los caballos de Juan para que se ahogaran... ¡anda!
Su bella fisonomía, que hemos visto tan pura y delicada, parecía cubierta con la máscara de Tisofona; expresaba esa mezcla de horror y alegría salvaje, que debió verse en la frente encantadora de María Estuardo, cuando oyó la explosión que la vengaba del asesino de Rizzio.
Julî no contestó y ambas mujeres bajaron. En la calle, la joven se negó tenazmente á ir al convento y se retiraron á su barrio. Hermana Balî que se sentía ofendida de la falta de confianza yendo con ella, se vengaba endilgándola un largo sermon. La verdad era que la joven no podía dar aquel paso sin condenarse á sí misma, sin que la condenen los hombres, ¡sin que la condene Dios!
El Padre de los Maestros quería darle cierto sabor de protesta mesurada y grave por la ofensa que Golbasto se imaginaba haber recibido del gobierno. Momaren, haciendo este alarde de interés amistoso, se vengaba al mismo tiempo del joven poeta universitario que había osado criticarle como historiador.
Lo que yo había dicho, inutilizaba todos sus esfuerzos para ocultarme su origen, y me vengaba completamente de toda su maldad para conmigo. ¡Es usted una serpiente! exclamó con voz estrangulada. No lo creo, mi tía. ¡Una serpiente! Ya lo ha dicho, respondí tranquilamente. ¡Una serpiente cobijada en mi seno! repitió mi tía, que estaba demasiado colérica para hacer gastos de imaginación.
Palabra del Dia
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