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Actualizado: 4 de noviembre de 2025
La revolución de los hombres ha fracasado. Su primera condición de éxito era la sorpresa, y ésta ha dejado de ser posible. Los hombres ya no pueden vencer en unos cuantos minutos, como vencieron las mujeres gracias á los rayos negros. Esto no es una revolución, es una guerra, y una guerra larguísima, igual á todas las del pasado. Se sabe que empieza ahora, pero nadie puede decir cuándo terminará.
¡Vaya! pensé, la quiere siempre, pero ha tomado su partido, y se ha resignado valerosamente. Habrá tenido fuerzas para combatir y vencer. La Vizcondesa me ofreció leerme su última novela. Acepté, y entré con ella en su gabinete de trabajo, pensando que en aquel momento su amor propio de autor la hacía olvidar su vigilancia de madre, e iba a dejar a Enrique algunos momentos de libertad.
Ni con echarlo a broma haciendo chacota de su austero propósito, ni con mostrarse enojado, ni con bajarse a las súplicas logró nada nuestro buen caballero. María opuso a estos ataques, como había hecho con su novio, una actitud humilde, pero resuelta, imposible de vencer.
El juez me molestó poco: primero por la explicación que le hicieron aquellos caballeros, y además... se me figura que le gusté. Ya ve usted que no tuve la culpa de que el vizconde se matara, como no pude vencer la aversión que me inspiró desde que supe quien era. Ni me amó nunca ni yo a él... No hubo traición.
En fin, hablaré con el jefe, y trataremos de complacerle a usted. ¿Y cómo va mi asunto? Regularmente. No basta eso. Hay un obstáculo muy difícil de vencer. ¿Cuál? El fallo del Consejo de Estado, enteramente contrario... ¡Demonio! ¿De cuándo acá? Desde esta mañana. Aquí está a la aprobación de S.E. ¡Es preciso que se revoque ese fallo! No lo veo fácil. Pero yo lo veo necesario.
Me gustaba la lucha. La energía superabundaba en mí. Rechazada en una parte, mi voluntad tenía necesidad de revolverse en otro sentido, de buscar un nuevo obstáculo que vencer, en pocas horas, por decir así, y lanzarse sobre él. El tiempo se me hacía eterno. Aparte toda cuestión de tiempo me sentía, si no envejecido, a lo menos muy maduro.
Parecía casi imposible quitar aquel embarazo; pero nada le es inaccesible, nada duro de vencer, á quien ha ofrecido su espíritu á Dios, y á los prójimos su vida en obsequio de la caridad. Al cabo de veinte días se llegó á abrir del todo aquel impenetrable bosque, y á los 12 de Julio llegó á la primera Ranchería de los Zamucos.
A pesar de las advertencias de sus amigos y compañeros, no podía vencer aquella pasión del juego, que tarde o temprano había de conducirle a la ruina. Pepa le observaba disimuladamente, y con la penetración maravillosa de las mujeres adivinaba debajo de su exterior frío, tranquilo, mucha mar de fondo.
Y esto hacian los tales Señores, en señal de que rescibian los tales que lo traian triunfo y favor del Señor, y era acetado en servicio el trabajo que ansí habian pasado en sujetar y vencer los tales enemigos.
No existen en Madrid alturas mayores, y para vencer aquellas era forzoso apechugar con ciento veinte escalones, todos de piedra, como decía Plácido con orgullo, no pudiendo ponderar otra cosa de su domicilio.
Palabra del Dia
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