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Actualizado: 7 de julio de 2025
En esta celda velaban siempre de día y de noche, tres de los Seis, con orden de defender la puerta que daba a la otra celda, en caso de ataque, mientras les fuera posible; pero dado que los asaltantes parecieran próximos a triunfar, Henzar y Dechard, uno de los cuales se hallaba siempre allí, tenían orden expresa del Duque de separarse de sus compañeros, entrar en la celda inmediata y matar al Rey.
Todo lo que me rodeaba era nuevo y desconocido para mí: mi capital se componía de poco; mis ropas, mi catre y mis libros; todos mis compañeros tenían padres que velaban por ellos, que les escribían, que los regalaban. Sólo yo acostumbraba de tarde en tarde a recibir dos letras de mi tío Ramón, en las que me anunciaba el envío de lo indispensable.
Debían ser de los barrios exteriores, tal vez del campo, y al atravesar París envuelto en silencio, sentían el deseo de cantar la gran aspiración nacional, para que los que velaban detrás de las fachadas obscuras repeliesen toda perplejidad sabiendo que no estaban solos.
Miguel se esforzó en persuadirla a que no creyese nada de cuanto la dijeran acerca de él, le hizo mil protestas sinceras de cariño, y logró que antes de llegar a casa se disipasen las nubes que velaban su rostro. Al llegar, despojose Maximina inmediatamente de la mantilla y se fue a la cocina, donde nuestro joven la siguió.
Ellos velaban por los intereses de la casa y él, que no era más que un simple pecador, limitábase a recibir sus inspiraciones. A ellos se debía la buena suerte de los primeros Dupont, y don Pablo se desvivía por remediar con su fervor la tibieza religiosa de sus ascendientes.
Dormía en un rico sepulcro de mármol, brillante y pulido por los años, con un color suave de caramelo. La mano invisible de los siglos había frotado el rostro de la estatua yacente, aplastando la nariz y dando al belicoso cardenal una expresión de ferocidad mongólica. Cuatro leones velaban los restos del prelado. Todo en él era extraordinario y aventurero: hasta la muerte.
Agrandábanse los montes y se velaban los valles bajo la bruma de la mañana. Por la parte del mar, el Serantes, que guarda la desembocadura de la ría de Bilbao, recortaba sobre el cielo plomizo su mole coronada por un castillete abandonado.
De las tres mujeres que velaban, se retiraron dos; quedó una sola, y ésta, sintiendo en su cabeza grandísimo peso, á causa sin duda del cansancio producido por tantas vigilias, tocó el pecho con la barba y se durmió. Las luces siguieron oscilando y moviéndose mucho, á pesar de que no entraba aire en la habitación. Creeríase que invisibles alas se agitaban en el espacio ocupado por el altar.
Estuvo con él más dulce que una arropía, y aunque le dijo que no tenía que venir a su casa para probarse la primera camisa, porque cuando estuviese medio hecha o hilvanada se la enviaría para la prueba, le convidó a que algunas noches, de nueve a once, cuando no tuviese nada mejor que hacer, viniese, sí quería, un rato de tertulia a su casa, porque ni ella ni Juanita gustaban de acostarse temprano, y aunque estaban casi siempre solas, velaban hasta las doce.
Ya no era el capitán mercante siervo del destino, confiado á su buena suerte é incapaz de repeler un ataque. Las estaciones radiográficas velaban por él á lo largo de las costas, aconsejando cambios de rumbo para evitar al enemigo en acecho. Chirriaban los aparatos sosteniendo invisibles diálogos.
Palabra del Dia
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