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Actualizado: 25 de junio de 2025


Su honradez primitiva le hizo avergonzarse de este envilecimiento, é intentó ponerse en pie para huir. La presión que producía sobre su estómago la hoz cruzada en la faja le dió escalofríos. Al incorporarse asomó la cabeza por entre el cáñamo y vió en una revuelta del camino á un vejete que caminaba lentamente, envuelto en una capa.

Suicidios, tisis, quiebras, fugas, enterramientos en vida, pasaban como por una rueda de tormento por aquellos dientes podridos y separados, que tocaban a muerto con una indiferencia sacristanesca que daba espanto. El vejete terminó su historia al por menor con los ojos encendidos de orgullo. ¡Qué memoria la suya!, pensaba él. ¡Qué mundo este!, pensaban los demás.

Cuando salió, dejando bien cerrada la barraca, vio a la luz de las estrellas, bajo la higuera, al fuerte vejete ocupado en ponerle el pistón al amigo. Le daría a Sènto la última lección, para que no errase el golpe. Apuntar bien a la boca del horno y tener calma. Cuando se inclinasen buscando el gato en el interior... ¡fuego! Era tan sencillo, que podía hacerlo un chico.

Golpeó con fuerza, sugiriéndole cierto placer la idea del susto que le daría al vejete aquel estrépito inesperado. Ninguna voz ni movimiento se dejó oír como respuesta: todo era silencio en la choza. ¿Se había ido a acostar el tejedor? ¿Para qué habría dejado la luz encendida entonces? ¡Extraño olvido de un avaro!

El vejete había vuelto sin que él le viese llegar, surgiendo entre dos grupos, pequeño y vivaracho, como surge un diablillo de teatro del fondo de su escotillón. ¿Conoce usted al coronel?... Mañana se avistará con usted para el pago y los intereses. El príncipe le volvió la espalda sin otro saludo, dejando al usurero satisfecho de su laconismo descortés. Un gran señor no podía hablar de otro modo.

¡Vea Vd. dijo , ese zángano, pelgar, vejete, tonto, que maña se da para consolar a sus amigas! Habrá largado alguna barbaridad, algún buen par de coces a esta criaturita de mi alma, y me la ha dejado aquí medio muerta, y él se ha vuelto a la iglesia, a preparar lo conveniente para cantarla el gorigori, y rociarla con el hisopo y enterrármela sin más ni más.

Los esposos salieron cabizbajos, y cuando se despedían de Doña Sagrario en la puerta, el condenado vejete agarró con su zarpa acerada el brazo de Tablas, que a su lado estaba, y con ardiente anhelo le dijo: Tablas, cuatro duros, cuatro duros para ti, si vas ahora y le das un puntapié a ese tunante y le arrojas rodando por la escaleras. No hagas daño a mi nieta, ¿entiendes? a mi nieta no.

Temía encontrarse otra vez con el prestamista y recibir su saludo familiar; se imaginaba que todo el público de los salones había seguido atentamente su entrevista con el vejete, sonriendo cuando recibía el dinero. Salió del Casino. Jamás volvería á él: ¡lo juraba! Castro, al que había visto de lejos jugando en una mesa, volvió á Villa-Sirena á la hora de comer.

Unos eran respetados por su coraje, otros por su palabra oratoria, otros por su experiencia. El tío Correa, un vejete enjuto, descarnado, pero todavía fuerte á pesar de su edad, era el oráculo de los segadores españoles.

Para un hombre tan cuidadoso como él de la hacienda de los demás, no me pareció muy bien cuidada la propia que tenía a la vista. Dígolo por el desaliño y desaseo de toda su persona, que eran muy considerables... Así y todo, resultaba interesante y muy simpático el vejete.

Palabra del Dia

rigoleto

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