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Actualizado: 23 de mayo de 2025


Pero lo que me llena de estupor y maravilla, es que en medio de tantos trabajos é incomodidades, no hayan hasta ahora muerto entre tantos operarios más que tres ó cuatro, siendo así que hay quien ha trabajado veinticinco y treinta años; pero es singular providencia del Altísimo, que quien ningún caso ha hecho de su vida por su servicio, se conserve más sano y mejor que si hubiera vivido en las comodidades de un colegio, como yo , con grande estupor, en el P. Juan Bautista de Zea, que en edad de sesenta y cinco años parecía joven de poco más de treinta en el aliento y valor.

El veinticinco por ciento es mucho para la gente menuda dijo D. Baldomero . Consúltalo con San José y verás cómo me da la razón.

Estábamos en Sanchidrián, á veinticinco leguas de Madrid, al otro lado de la cordillera del Guadarrama. ¡Bien nos habíamos portado! ¡Cinco horas de sueño de un tirón! Decía que estábamos en Sanchidrián, y que el aguijón del hambre nos había despertado. ¡Oirlo nosotros, y bajar el cristal de la ventanilla, todo fué una sola cosa!

Pues mira, eso es un insulto, una injusticia, porque si las he sofocado otras veces no ha sido por el materialismo del dinero, sino porque me gusta ver cumplir á la gente... para que no se diga.... Debe haber dignidad en todos. ¡A fe que tienes buena idea de mi!... ¿Iba yo á consentir que tus hijos, estos borregos de Dios, tuviesen hambre?... Deja, déjate el dinero.... O mejor, para que no lo tomes á desaire: partámoslo y quédate con veinticinco reales.... Ya me los darás otro día.... ¡Bribonazas, cuando debíais confesar que soy para vosotras como un padre, me tachais de inhumano y de qué yo qué!

Esta prohibición duró por espacio de veinticinco años largos, y así también nos explicamos, que, durante este período, fuesen muy aplaudidas en el teatro diversas obras dramáticas, muy inferiores á las de Naharro.

Hay hombres que pasan toda la tarde con el sombrero bajo el brazo, por ahorrarse los cincuenta céntimos que cuesta dejarlo en el vestíbulo del Casino. Hoy, al entrar, he visto á un viejo que espera á un amigo suyo todos los días junto al mostrador del guardarropa. Depositan juntos sus sombreros y gabanes; así, cada uno sólo paga veinticinco céntimos.

El desconocido se levantó un poco el sombrero, descubriendo la frente estrecha y respondió, palabra por palabra: He aquí tu caso, estimable Teodoro: ¡Veinticinco duros mensuales es una vergüenza social!

Al cabo de cinco o seis días todos estuvieron restablecidos. El capitán Vidal, de Falsburgo, había dejado veinticinco hombres en el Falkenstein para custodiar las municiones; entre ellos estaba Gaspar Lefèvre, y el muchacho bajaba todas las mañanas a la aldea. Los aliados se habían trasladado a la Lorena; en Alsacia no se les veía mas que alrededor de las plazas fuertes.

El banquero logró conjurarla hábilmente, haciendo entender a los que tenían valores en sus manos, que de nada les serviría arrojarse repentinamente sobre él, pues no salvarían ni un veinticinco por ciento del capital. En cambio, si aguardaban lo recuperarían entero y con su rédito. Su mujer iba a heredar una fortuna inmensa en breve plazo.

A otro que era muy pobre y gozaba de un empleíto, le pusieron Christophorus oficinalis y por último, a Maximiliano Rubín, que era feísimo, desmañado y de muy cortos alcances, se le llamó durante toda la carrera Rubinius vulgaris. Al entrar el año de 1874, tenía Maximiliano veinticinco y no representaba aún más de veinte.

Palabra del Dia

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