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Actualizado: 26 de mayo de 2025
La sirvienta pensaba con razón, que el señor podía haber notado su ausencia, que la niñita podía haber llorado, que Blanca podía haber regresado del club; pero el negro, rumboso al fin, como todos los de su clase, quería concluir la noche con una cena en un café de la vecindad y porfiaba por retener a su mascarita.
En el primer piso, bajando del cielo, con vecindad de gatos y vistas magníficas a las tejas y buhardillones, vivía la señorita Obdulia; su casa, por la anchura de las habitaciones destartaladas y frías, hubiera parecido convento, a no ser por la poca elevación de los techos, que casi se cogían con la mano.
A lo cual el mozo, asiéndole fuertemente de las manos, como en señal de que algún gran dolor le apretaba el corazón, y derramando lágrimas en grande abundancia, le dijo: -Señor mío, yo no sé deciros otra cosa sino que desde el punto que quiso el cielo y facilitó nuestra vecindad que yo viese a mi señora doña Clara, hija vuestra y señora mía, desde aquel instante la hice dueño de mi voluntad; y si la vuestra, verdadero señor y padre mío, no lo impide, en este mesmo día ha de ser mi esposa.
Creía encontrar una entrada inmunda y vecindad malísima, y era todo lo contrario. La vecindad no podía ser más respetable: en el bajo una tienda de objetos de bronce para el culto eclesiástico; en el entresuelo un gran almacén de paños de Béjar, con placa de cobre en la mampara; en el principal, la redacción de un periódico religioso.
Sus habitantes, muy valerosos, son los más amantes de los españoles en todo el Archipiélago. Su territorio es el más rico y feraz de cuantos hemos visto en Mindanao. Sus maderas las más preciosas, y su proximidad, ó mejor dicho, vecindad al rico y poblado territorio de Sibuguey, ofrecen espléndida recompensa á los hombres laboriosos y emprendedores. Misamis.
Pero como hasta ahora no se ha demostrado la posibilidad de que ningun cuerpo viviente se mantenga con aire, agua y rocas graniticas, resulta que los vecinos de la «Octava maravilla» viven poco mas ó ménos muertos de hambre, sin que les valga la protección de San Lorenzo. Decididamente un real sitio es una mala vecindad en España.
Ya he dicho que la vecindad de los ríos no imprime modificación alguna, puesto que no son navegados sino en una escala insignificante y sin influencia.
El amor materno encuentra alojamiento en todas partes; es un huésped sin prejuicios, que sufre la vecindad de las pasiones más bajas. Vive cómodamente en el corazón más depravado y en el alma más pervertida. La señora Chermidy derramó algunas lágrimas bien sinceras pensando que había alienado la propiedad de su hijo y abdicado del nombre de madre. Era verdaderamente desgraciada.
Barret les contestó con desprecio. «¡Ladrón! ¡Después que se había quedado con su escopeta!...» Y emprendió el camino hacia Valencia, temblando de frío, sin saber adónde iba. Al pasar ante la taberna de Copa, entró en ella. Unos carreteros de la vecindad le hablaron para compadecer su desgracia, invitándole á tomar algo, y él se apresuró á aceptar.
Esta nueva aventura les dió márgen á que filosofaran mas que nunca. En la vecindad vivia un derviche que gozaba la reputacion del mejor filósofo de Turquía. Fuéren á consultarle; habló Panglós por los demás, y le dixo: Maestro, venimos á rogarte que nos digas para que fué formado un animal tan extraño como el hombre? ¿Quién te mete en eso? le dixo el derviche: ¿te importa para algo?
Palabra del Dia
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