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Actualizado: 26 de mayo de 2025


Era el camino áspero y hasta cierto punto peligroso, porque había en la vecindad un gato muy mal intencionado, que llamaban D. Gaiferos. Antojósele al rey Buby acompañarle en aquella expedición, y así se lo pidió á Ratón Pérez con el mayor ahinco.

Iba con ella un hombre de blusa blanca, un albañil, al que recordaba Isidro como vecino del caserón y camarada de su padre. Era un hombre pacífico, que frecuentaba poco la taberna. Según afirmaban las comadres de la vecindad, había sido abandonado por su mujer, una buena pieza que andaba suelta por el mundo después de amargarle la existencia.

Total, que ya le estaba echando el ojo á otra casa, no de corredor, sino de buena vecindad, casi nueva, bien acondicionada para inquilinos modestos, y que si no rentaba más que un tres y medio á todo tirar en cambio su administración y cobranza no darían las jaquecas de la cansada finca dominguera.

La viuda ocultó la cara entre las manos y lanzó un par de gemidos; su prole, sin cambiar de postura, miraba impasible la escena. Como no había sillas en la casa, excusado es decir que el duelo permaneció de pie. Una de las mujeres de él, la más autorizada por su vecindad y conexiones con aquella familia, se adelantó un paso á las demás personas de la comitiva.

Allen se había hecho amigo de la criada y de las gentes de la vecindad; yo escuchaba, sin muestras de impaciencia, la séptima, la octava y la novena vez la relación de las aventuras de Sandow, y Uguarte, después de hacer como que trabajaba en el jardín, se tendía en la cama, y allí estaba maldiciendo de su suerte. Yo comenzaba a sentir una amistad fraternal por Ana Sandow.

Escrito el anónimo, puso el sobre a doña Frasquita, y llamando a un muchacho de la vecindad, de quien podía fiarse, le dijo: Vas al estanco que hay a lo último de la calle de la Pingarrona, preguntas por esta señora, la entregas la carta en propia mano, teniendo cuidado de que esté sola, y en seguida aprietas a correr. <tb>

Hay un calderero, madre, Que alarma á la vecindad, Y toda la gente acude A los porrazos que da. Este antiguo cantar español viene de molde, en cierto modo, á las cosas de este fabuloso Paris. Es un gran caldero que aturde al mundo, y el mundo atribulado acude á los golpes. =Dia quinto=. La Magdalena.

Cristeta e Inés quedaron juntas en el cuartito; la segunda decía: Con la Jesualda no estará usted mal; es formalota y no tiene mala vecindad; abajo, una viuda y su hija que cosen para el corte; en el segundo, una tal Mónica, que tiene huéspedes de medio pelo, ¡figúrese usted en aquel barrio qué huéspedes ha de haber!; arriba, un militar retirao que vive con una que dicen si es sobrina u lo otro; y en el sotabanco, la madre del niño y la sobrina, que ahora las llamaré.

En la vecindad había familias a quienes Rosalía, con todo su orgullete, no tenía más remedio que conceptuar superiores. Otras estaban muy por bajo de su grandeza pipaónica; pero con todas se trataba y a todas devolvió la ceremoniosa visita inaugural de su residencia en la población superpalatina. Doña Cándida...

Cual rústico campanario Que en la campaña desierta Indica al hombre la puerta Del melancólico osario Que ampara su vecindad; Ahí estás, ombú gigante A la orilla del camino, Anunciando al peregrino Que bajo el tronco pujante Duerme por siempre un mortal.

Palabra del Dia

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