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Actualizado: 10 de junio de 2025
Después de todos los elementos de felicidad de que hemos hablado te enamoras; la mujer que es objeto de tu amor te corresponde; vas a casarte y al satisfacer los ardientes deseos de tu corazón, te encuentras con que el ángel de tus sueños no viene a ti con las manos vacías... Esta frase causó una mordedura en el amor propio de Tristán.
Antes, los discursos eran descarnados en demasía, presentaban, por decirlo así, desnuda la armazon; pero ahora, tanto es el cuidado de la exterioridad, tal el olvido de lo interior, que en muchos discursos no se encuentra mas que palabras, que serian bellas, si serlo pudieran palabras vacias.
En aquel instante se abrió una puerta que daba al descanso en que se había parado Stein y dio salida a un rumor de vasos, de cantos y de risas: una criada que salía de adentro sacando botellas vacías, se hizo atrás, para dejar pasar a Stein, cuyo aspecto y traje le inspiraron respeto. Pasad adelante le dijo ; aunque venís tarde, porque ya han cenado y siguió su camino.
Esa plata que nos hemos repartido es una miseria... ¿Pero y el trigo, y el maíz, y el centeno? Las trojes hoy están vacías, y no hace una semana estaban llenas, porque mi madre había cobrado los forales de András y de Corón. ¿Quién la ha robado? ¡Ellos y solo ellos! ¿Los tres? DON FARRUQUI
Escaseaban los jornaleros y menestrales, porque de los barrios bajos partían diariamente muchos hombres a engrosar las partidas de Toledo y la Mancha; y a pesar de los brutales bandos del General francés, ni faltaban armas en las casas, ni los fugitivos partían con las manos vacías.
Sí, ¿pero las cédulas? eso es seguro. Tiíta Silda, se los devolveré intactos. Así decía siempre, y luego venía con esto y con lo otro, pero con las manos vacías. ¿Qué había hecho de los veinte pesos de la semana anterior?
Yégof caminaba a la ventura mientras que la noche se acercaba; el frío aumentaba por momentos, y los zorros rechinaban los dientes persiguiendo una caza invisible: el buharro hambriento se dejaba caer sobre la maleza con las garras vacías, lanzando angustiosos gritos.
De la grandeza. Vele aquí a dónde vienen a parar los títulos». Por un pasillo mal oliente y sucio llegaron a una cocina, donde no se guisaba. Fogón y vasares servían de depósito de botellas vacías, cajas deshechas, sillas rotas y montones de trapos. En el suelo, sobre un jergón mísero, yacía cuan largo era D. Francisco Ponte, en mangas de camisa, inmóvil, la fisonomía descompuesta.
Este anhelo que hoy se ha apoderado de todas las cabezas, hasta de las más vacías, hace recordar aquel gracioso epigrama de Goethe á los originales: «Un quídam dice: Yo no pertenezco á ninguna escuela; no existe maestro vivo de quien reciba lecciones; en cuanto á los muertos, jamás he aprendido nada de ellos». Lo cual significa, si no me equivoco: «Soy un majadero por mi propia cuenta». Este afán desmedido de originalidad ¿qué otra cosa es sinó lo que hemos dicho, una exageración de la energía individual, un desequilibrio, el pecado, en fin, de la soberbia?
Prevenía sus deseos, echándole agua en el vaso, alargándole los entremeses, el pan, todo lo que pudiera serle agradable, haciendo seña al criado para que le sirviese vino cuando advertía que sus copas estaban vacías, con esa oportunidad desembarazada, elegante, del hombre educado en la cumbre de la sociedad.
Palabra del Dia
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