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Actualizado: 22 de julio de 2025
Clara se prendió su larga falda de amazona y se internó con Tristán por los bosquetes recogiendo florecitas silvestres y charlando de su casa y de sus proyectos. No tardó en seguirles y unirse a ellos el marquesito del Lago. Este pobre chico parecía estar dotado del don de la importunidad, al menos en lo tocante a sus relaciones con los novios.
De todo tenía la culpa el amo de la tierra, aquel don Salvador, que de seguro ardía en los infiernos. ¡Ah, ladrón!... ¡Y cómo había perdido á toda una familia! Pepeta olvidó su actitud fría y reservada para unirse á la indignación de la muchacha. Verdad, todo verdad; aquel tío avaro tenía la culpa.
Y así el alma humana, si procura estar conforme con Dios y unirse con Dios, sólo será inferior a Dios mismo y no a los habitantes de otros mundos, dado que tales habitantes haya.
Pero imaginaos dos seres que se han elegido antes de unirse, que se conocen bien, que se estiman, en fin, que se aman, y pensad cuánto debe añadir a su felicidad la certidumbre de su duración sin fin. Es un camino encantado el que siguen aquellos dos seres. Viendo con arrobamiento que se pierde en los horizontes sin límites donde el cielo se confunde con la tierra... ¿Os fastidio, señora?
Cuando los franceses, guiados por Napoleón, estuvieron lejos, Sahagún se atumultuó; tomaron las armas todos los jóvenes, y mandados por Elías y el cura de Carrión, se disponían á pelear con unos regimientos franceses, que al día siguiente habían de pasar por allí para unirse al cuerpo del ejército.
La vieja ridícula, presuntuosa, devota, expresión humana de la mayor necedad que pueda unirse al mayor orgullo, puso su mano en el rostro de la doncella abandonada y débil, que ofendía sin duda, con su juventud y su sencillez el amor propio de aquellos demonios de impertinencia. ¡Ay, ay, ay!
Y arrastrado por su afán de catequista, añadió: Lo que usted debe hacer, señor de Maltrana, es ponerse bien con Dios; dar a ese ángel de bondad que vive con usted lo que le pertenece: unirse a ella como dispone la Santa Madre Iglesia. Isidro adivinó lo que el hermano quería decir. Se había enterado de que él y Feli no eran casados.
Despertóse en ella la curiosidad, y preguntó con una avidez de campesina: ¿Es rica?... El gesto afirmativo del señor no la sorprendió. Forzosamente había de ser rica. Sólo una mujer que llevase con ella una gran fortuna podía aspirar a unirse con el último de los Febrer, que habían sido los hombres más notables de la isla y tal vez del mundo entero.
Ahora era Argensola el que despedía á su compañero cuando deseaba verse solo. «Creo que la yanqui va á venir», decía con indiferencia. Y el grande hombre huía, valiéndose muchas veces de la escalera de servicio. En esta época empezó á desarrollarse el suceso más importante de su existencia. La familia Desnoyers iba á unirse con la del senador Lacour.
La servidumbre abría sin duda las ventanas para unirse con un entusiasmo silencioso á esta despedida. Cuando sólo quedaban visibles unos pocos vagones en la boca del túnel, el coronel volvió á ocupar su asiento en la mesa. ¡Mas carne al matadero! dijo Atilio Castro mirando al príncipe . Pasó el escándalo. Continúa, Miguel.
Palabra del Dia
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