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Actualizado: 17 de junio de 2025
El doctor Trevexo fue aclamado unánimemente, y con la misma unanimidad, sin que se suscitara divergencia alguna, en una perfecta armonía, fueron proclamados candidatos don Benjamín, don Pancho, don Tobías Labao, don Narciso Bringas, don Policarpo Amador y don Hermenegildo Palenque, es decir, todos los concurrentes menos mi tío Ramón.
Este acreedor era Samaniego, el boticario de la calle del Ave María, y su crédito ascendía, con el interés vencido de seis por ciento, a sesenta y tantos mil reales. Propuso Juan Pablo satisfacerlo como un homenaje a la justicia y a la buena memoria de su querido padre, y se votó afirmativamente por unanimidad.
A propósito de la vida interior y del alma no comprendida, el orador encontró el medio de llegar a decir que ésta era con frecuencia la resultante de un estado no comprendido: el celibato. El sombrero de la abuela no se movió, pero, delante de mí, una porción de plumas, opinaron con una elocuente unanimidad en pro de tan deliciosa explicación.
En vano su razón intentaba apaciguar esta tempestad interior... Aquellos tiempos habían sido otros: no existía la unanimidad de la hora presente; el Imperio era impopular: todo estaba perdido... Pero el recuerdo de una frase célebre se fijaba en su memoria como una obsesión: «¡Quedaba Francia!» Muchos pensaban lo mismo que él en su juventud, y sin embargo no habían huído para eludir el servicio de las armas; se habían quedado, intentando la última y desesperada resistencia.
Decididamente, hay unanimidad en las quejas contra la educación de las jóvenes actuales... Tengo aquí otras cartas en el mismo sentido. ¿Sí? exclamé esforzándome por olvidar al señor Baltet para no pensar más que en la correspondencia de la de Ribert. ¿Qué se les reprocha de nuevo? De nuevo, poco.
Ocultos en la sombra de un rincón, alrededor de aquella mesa, arrellanados en un diván unos, otros en mecedoras de paja, estaban media docena de socios fundadores, que de tiempo inmemorial acudían a las tres en punto a tomar café y copa. Hablaban poco. Ninguno se permitía jamás aventurar un aserto que no pudiera ser admitido por unanimidad.
Repugnábale a don Simón perder este último carácter que tanto le halagaba; pero no podía resignarse a no ser diputado, ya que estaba con las manos en la masa. En tan apurado trance, consultó a sus amigos, quienes, por unanimidad, opinaron como don Celso. A consecuencia de este acuerdo, mediaron negociaciones en ciertos centros oficiales, y don Simón fue admitido en ellos hasta con palio.
Cuando lo leyeron los amigos que acompañaban al señor de Lamagorza en su casa, y cuando este les refirió detalles del hecho, oyéronse las exclamaciones más ardientes sobre el estado moral e intelectual del país; se recordaron otros hechos análogos ocurridos antes en Madrid, Valencia y Málaga, y por último se declaró con unanimidad muy satisfactoria que era preciso hacer algo, ¡algo, sí!, y consagrar muchos ratos y no pocas pesetas a la curación del cuerpo social.
Las conspiraciones cruzaban diariamente sus hilos que venían de diversos focos, y la unanimidad del designio hacía por la exuberancia misma de los medios, casi imposible llevar nada a cabo.
Ni sus más decididos adoradores se atrevían a llamarla hermosa, ni sus detractores se propasaban jamás a calificarla de fea. Todos, por unanimidad, la declaraban distinguida en grado eminente. Pero ¿en qué y por qué se distinguía? No era ni muy alta ni muy baja, ni muy blanca ni muy morena, ni pelinegra ni rubia. En ninguna de sus facciones había nada de extraordinario ni de marcado.
Palabra del Dia
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