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Actualizado: 31 de mayo de 2025


En el Museo Biblioteca de Ultramar, que tantas cosas útiles, tantos objetos valiosos para el estudio y conocimiento de nuestras colonias encierra, principalmente en lo que respecta al Archipiélago filipino, existe un manuscrito que por lo importante copiaremos á la letra.

Como testimonio de respeto a la memoria de su padre, el ministro que a la sazón desempeñaba la cartera de Ultramar le había ascendido a catorce mil reales, y tal sueldo era lo único que poseía. Alojaba en una casa de huéspedes donde por tres pesetas le daban habitación y almuerzo. Comía siempre en casa de alguno de los amigos de su padre.

Así que se embarcan, son divididos en dos secciones, samarios y cartageneros, esto es, de Santa Marta y de Cartagena, no respondiendo al punto originario de cada uno, sino por las mismas razones que en los buques de ultramar, en obsequio del servicio interior, hacen separar a la tripulación en la banda de babor y en la de estribor.

, precisamente, dado su sistema de colonización y el carácter transitorio de los peninsulares que pasan á Ultramar, una colonia le es tanto más útil y productiva cuanto más habitantes y riquezas posee.

Hace falta, muchísima falta, escribir menos y observar en la práctica mucho más. De modo que si algún día hablaras sobre este particular con el Ministro de Ultramar, por ejemplo, ¿qué le dirías? Pues le diría lo siguiente. Las fallas, tal como hoy existen, perdieron toda su razón de ser en el mero hecho de que no responden á la idea del que las creó.

Tuvo que vivir éste exclusivamente con el empleo de doce mil reales que le había dado en el ministerio de Ultramar. El dinero que recabó de la almoneda de su casa lo gastó muy pronto en una escapatoria que hizo a Francia y a Italia.

Tengo la seguridad de conseguir un buen destino para Ultramar. Mientras cambia la fortuna, es preciso que uno de vosotros se vaya muy lejos y ayude a los que aquí quedemos. ¿Quién quiere separarse de ? ¿Quién se quiere quedar? Resolvedlo vosotros, y decídmelo mañana. Oyéronla ambos en silencio y aquella misma noche se reunieron a deliberar.

Luego dicen que Ibrahim Clarete está ido; lo que está es más despabilado que nunca, grandísimos pillos. Ea, conspirad ahora contra la mejor de las Reinas... ¿Con que a la sombra? ¡Hombre más bravo que ese presidente del Consejo...! Le daría yo dos abrazos bien apretados... ¡A Canarias con ellos, como si dijéramos, a Ultramar!

Supo al cabo Currita convencerle, y cauta siempre, y sin dar ella la cara, encargóle a él entablar las negociaciones con don Juan Antonio Martínez y el ministro de Ultramar, personajes ambos que con traidora previsión había procurado desde mucho tiempo antes atraer a su casa, importándosele un bledo los aristocráticos aspavientos de sus ilustres amigas.

Finalmente, despues de tanto cuanto se ha espuesto sobre vicios y defectos en la administracion, asi de justicia como de la hacienda en aquellas posesiones, y remedios que desde luego podian emplearse para cortar abusos, remediar males, y dar impulso á la prosperidad de las Islas, resta aun añadir, que si se quiere y desea la felicidad de aquellas provincias; si de buena fe se apetece su paz, tranquilidad y público sosiego, teniendo en cuenta que aun ha de pasar algun tiempo hasta que las Córtes puedan ocuparse de los trabajos que presente el Gobierno para formular las leyes especiales para Ultramar, muy útil, muy conveniente y provechoso seria para perfeccionar aquellos trabajos, pedir á nuestras provincias ultramarinas bases sobre qué fundar las nuevas disposiciones que tienen que formularse, discutirse y sancionarse.

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