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Actualizado: 3 de junio de 2025


Era distinto de los patios cercanos, henchidos de cadáveres. Sus diseminadas tumbas parecían monumentos de adorno, colocados allí sin otro objeto que alterar la verde monotonía de la vegetación. Eran sepulturas de ricos, de privilegiados, que aun después de muertos parecían guardar la tranquila compostura de los felices.

¿Y qué? preguntó la abuela. Que es un amor inadmisible respondió Brenay con su voz más mordaz, que estoy seguro de que hace estremecerse de horror en sus tumbas a todos los Brenay pasados... Sin contar los Mauval a que yo pertenezco, apoyó la de Brenay.

El último trasto que se saca, casi siempre una silla, cuyos pies desiguales le dan cierto aire de grotesca melancolía, ante el cual sólo el pincel de Dickens es capaz de levantar el poema que surge de la observación sentimental de los objetos. ¡Qué momento ese, en que el último, después de dejar desiertas las habitaciones, cierra la puerta de la calle tras de ! ¡El eco cavernoso responde entre los ángulos de los cuartos abandonados, el eco solo, voz solemne de lo vacío, de la soledad, de las tumbas!

«Con las manos en la masa está Domingo Tiznado, haciendo tumbas a moscas en los pasteles de a cuatroLope de Vega, en el acto II de El Caballero del Sacramento, explica bien el sentido del refrán: «DORISTA. Leerla quiero, por ver en mi desdicha un proverbio.

Sin embargo, un simple monumento, levantado por una suscripción pública, me hizo latir el corazón más aprisa que el aspecto de todas las grandes tumbas de la tierra. Es el de un bombero; ni aún su nombre recuerdo, pero en su alma brilló un instante la única chispa que puede llamarse un reflejo divino.

Pero sus ojos se fijaban tenazmente en unas tumbas sin coronas ni banderas, simples cruces con una tablilla de breve inscripción. Eran sepulturas alemanas, que parecían formar página aparte en el libro de la muerte. A un lado, en las innumerables tumbas francesas, inscripciones de poca cuantía, números simples: uno, dos, tres muertos.

Mi incredulidad se rebeló en un principio contra el fallo de la ciencia; pero hoy mi esperanza va debilitándose. Antes del otoño Magdalena ya no será de este mundo. »Pero crea usted, Antoñita, que tendrán que abrir dos tumbas. »¡Oh, Dios mío! No pretendo blasfemar, pero considero que habrá sido bien triste y bien miserable mi destino en esta vida.

Tal vez en la corola de las florecillas hay una gota del alma de Alicia, y las mariposas la beben para continuar su ebrio revuelo sobre las tumbas. ¡La primavera! El príncipe levanta su pensamiento sobre el dolor individual.

Una de ellas, colocada junto á la puerta, llevaba el nombre de Lamarck. Mi sangre toda afluyó al corazón, sintiendo como un impulso de religioso respeto. ¡Gran nombre y ya viejo! Es lo mismo que si en las tumbas de Saint-Denis se leyera el nombre de Clodoveo.

La capilla de las Reyes contiene allí, entre muchas riquezas de ornamentación, dos tumbas monumentales de mármol blanco, asombrosamente preciosas por sus líneas delicadas, su inmensa labor y sus relieves de un gusto artístico insuperable. La una de esas tumbas es la de Isabel y Fernando, con sus cuerpos íntegros en relieve; la otra de Felipe I y Juana la loca, de iguales condiciones.

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