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Actualizado: 1 de julio de 2025
La noche del baile se había retirado a su casa, pasando antes por la de Belinchón. Allí le dijeron que el señorito Gonzalo se había ido a Tejada. El anciano sospechó que no sintiéndose bien, se iría a meter en la cama. Al día siguiente, él mismo se sintió un poco indispuesto, porque no estaba acostumbrado a trasnochar, y se quedó en casa.
Somos cuatro: un escritor francés, dos capitanes servios y yo. ¿Adonde ir en este París obscuro, que tiene cerradas todas sus puertas?... Uno de los servios nos habla del bar de cierto hotel elegante, que continúa abierto para los huéspedes del establecimiento. Todos los oficiales que quieren trasnochar se deslizan en él como si fuesen de la casa.
Creo, señora, que la camarera mayor y el duque de Lerma, saben que paso la noche con vos. Pero saben que la pasáis por sorpresa. No tanto, no tanto. Os habéis venido huyendo del duque de Lerma. ¿Qué hacéis? dijo Felipe III. Ya lo veis, me siento. No creo que sea hora de velar, ni yo ciertamente he venido aquí para trasnochar sentado junto á vos. La reina no contestó. Vos no me amáis dijo el rey.
Había entrado a su servicio cuando él vivía aún con Ernestina; era el eterno testigo de sus aventuras; le seguía, fiel y obediente, en todas las correrías de su viudez, pero pensaba con envidia en los pasados tiempos, deseando trasnochar menos.
Hay cañadas que no pueden transitarse en un dia, y en que los animales tienen que trasnochar, hundidos en el agua hasta el vientre.
Después de inaugurado el terror en Mendoza de un modo tan solemne, Facundo se retira al Retamo, adonde los Aldaos llevan la contribución de 100.000 pesos que han arrancado a los unitarios aterrados. Allí está la mesa de juego que acompaña siempre a Quiroga; allí acuden los aficionados del partido; allí, en fin, es el trasnochar a la claridad opaca de las antorchas.
Al día siguiente del baile, ya muy entrada la mañana, se notaba en el palacio de los duques la falta de movimiento propia de toda casa donde el mucho trasnochar de los amos autoriza que madruguen poco los criados. Algunos de ellos, reunidos en la caseta del portero, formaban corro restregándose todavía los ojos, haciendo comentarios de la fiesta, charlando y maldiciendo.
A la misma puerta del templo parábase de cuando en cuando una berlina blasonada, y lentamente se apeaba de ella una dama; cuanto más poderosa menos engalanada, mostrando en los ojos la soñolencia que deja el trasnochar, y en el rostro marchito las huellas ardorosas de la atmósfera de las fiestas.
Palabra del Dia
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