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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Esta mirada del pulpo traía á su memoria la de Ojo de la mañana.

Venía de un baile; traía en los vestidos como un olor de lujo, de los ramilletes de las mujeres y del placer, y en su semblante, un poco plegado por la vigilia, llevaba resplandores de fiesta y cierta palidez, cierta emoción que le prestaba una elegancia infinitamente seductora.

Escuchaban el primo y Sancho las palabras de don Quijote, que las decía como si con dolor inmenso las sacara de las entrañas. Suplicáronle les diese a entender lo que decía, y les dijese lo que en aquel infierno había visto. ¿Infierno le llamáis? -dijo don Quijote-; pues no le llaméis ansí, porque no lo merece, como luego veréis. Pidió que le diesen algo de comer, que traía grandísima hambre.

Vestía una bata grasienta ya y traía la cabeza descubierta. Pero aquella cabeza, a pesar de sus blancos cabellos, no era venerable. Las mejillas pálidas, terrosas, los labios amoratados y caídos, la mirada opaca sin expresión alguna, no reflejaban la ancianidad que tiene su hermosura, sino la decrepitud del vicio siempre repugnante y la señal de la idiotez, aterradora siempre.

Espera, espera... no me beses... ¿De qué murió tu hermano? ¿No dijeron los médicos que había muerto de una mojadura que había cogido? . Pues esa mojadura, Lola... la cogió por causa mía... , la cogió por causa mía... Una tarde en que estaba lloviendo a cántaros, fue a esperarme al colegio... Le vi por los cristales metido en un portal... en el portal de enfrente... no traía paraguas.

Era un trovo nuevo: todos los sábados traía versos el Cantó, en honor de la atlota de la alquería. El encanto de la música bárbara y monótona, admirada desde la niñez, obligó a callar a todos. La santa emoción de la poesía hacía estremecerse por adelantado a estas almas simples.

Sin hablar ni una palabra a la criada que me miraba con asombro, seguí a Mustafá que en medio de sus caricias se dirigía hacia el interior. En aquel momento escuché el preludio de un piano. ¿Qué había de misterioso en aquel sonido que penetraba en mi alma, que me traía algo del alma de Amparo? Porque yo no dudaba de que ella era la que producía aquel sonido...

Su traje era cual se ha pintado, sólo que, llegando cerca, vio don Quijote que un coleto hecho pedazos que sobre traía era de ámbar; por donde acabó de entender que persona que tales hábitos traía no debía de ser de ínfima calidad. En llegando el mancebo a ellos, les saludó con una voz desentonada y bronca, pero con mucha cortesía.

En ese paradero subió al tren un gran contingente de pasajeros de los cuales ninguno traía ni un solo bulto de equipaje.

Un Diego Gomez, hombre marinero, Con su pretension mala le traía Al pobre de D. Diego al retortero; El Cabildo en aquesto le elegia, En el lugar que estaba de primero, Zurita, que á los Charcas habia ido: Pues veis Gobernador D. Diego alzado, Y el propio del gobierno despojado.

Palabra del Dia

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