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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Esto he dicho para que se me tenga lástima de ver a las manos que vine y se ponderen mejor las razones que me dijo; y empezó por estas palabras, que siempre hablaba por refranes: -De donde sacan y no pon, hijo don Filipe, presto llegan al hondón; de tales polvos, tales lodos; de tales bodas, tales tortas. Yo no te entiendo, ni sé tu manera de vivir.
19 Y cuando nosotras ofrecimos sahumerios a la reina del cielo, y le derramamos libaciones, ¿Por ventura le hicimos tortas para tributarle culto, y le derramamos libaciones, sin nuestros maridos? 20 Y habló Jeremías a todo el pueblo, a los hombres y a las mujeres, y a todo el vulgo que le había respondido esto, diciendo:
La niña, que era de más edad, había construido un hornito con pedazos de ladrillo, y a la derecha de ella había un montón de panes, bollos y tortas, todo de la misma masa que tanto abundaba allí. La señora de Santa Cruz observó este grupo desde lejos. ¿Sería alguno de aquellos? El corazón le saltaba en el pecho y no se atrevía a preguntar a la zancuda.
Pero no todo es tortas y pan pintado en este valle de lágrimas, y cuando más confiada estaba doña Feliciana en que su marido no pensaba sino en ganar peluconas, recibió de Ica una carta anónima en que la informaban, con puntos y comas, de cómo el señor Mesía tenía su chichisbeo, y de cómo gastaba el oro y el moro con la sujeta, y que la susodicha no valía un carámbano ni llegaba a la suela del zapato de doña Feliciana, que aunque jamona se conservaba bastante apetecible y no era digna de que el perillán de su marido la hiciese ascos.
-Por eso digo -dijo el del Bosque- que nos dejemos de andar buscando aventuras; y, pues tenemos hogazas, no busquemos tortas, y volvámonos a nuestras chozas, que allí nos hallará Dios, si
Este, sentado entre una barricada de melones y sandías, parecía una figura chinesca, y atraia con sus galantes invitaciones; aquel, como un mostrador ambulante, llevaba sobre la cabeza una enorme artesa ó canasta de mimbres, donde bailaban á cada movimiento los panecillos de azúcar ocañera, las cajetillas de suculento ariquipe, los atados de cigarros y los olorosos panes de maiz; y el de mas acá ó mas allá se pavoneaba con una torre de abisperos de papelon, de tortas de cazabe y de otras muchas golosinas que son el regalo de los viajeros de menor cuantía y los navegantes.
Era un jesuita, un hipócrita; vivía como un imbécil, sin alegría, sin amables desórdenes. ¿De qué le servía el dinero?... Aconsejaba a su sobrino que no entrase a verle en el viejo patio de las Américas. Te recibirá con unos aires de personaje que dan ganas de soltarle dos tortas... En cuanto a mis hijos, los dos han salido a su tío. Se pelean conmigo y me reniegan por menos de una perra chica.
Todo esto se mezcla y amasa en una cazuela un poco templada, para que se ablande, y luego se le echa la harina para poder manejar la masa ya sobre la mesa, sin que se peguen las manos; entonces se forman las tortas, que se colocan sobre papeles untados de manteca, y echándoles por encima un polvito ligero de azúcar y canela, se meten en el horno.
Siguió hablando con sus amigotes, y de pronto dijo al sobrino: La otra noche os vi pasar, muy cargados de paquetes, a ti y a la gachí por la calle de Toledo. ¿Sabes que esa chica ha perdido mucho? Yo no veo bien, pero me parece que se ha puesto fea con ese tripón, moviéndose como una barca, y la cara hinchá como si acabases de largarle dos tortas. Hasta me pareció que tiene los ojos más pequeños.
La gente menuda fumaba a su costa los mejores coraceros que había en el estanco, y el señorío tomaba chocolate con hojaldres, empanadas, hornazos, tortas de varias clases, como por ejemplo, de polvorón y de aceite, y roscos de vino y de huevo. En cualquier día y a cualquier hora se mostraba en todo que D. Acisclo era espléndido y acaudalado. El patio de la casa era anchuroso y enlosado de mármol.
Palabra del Dia
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