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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Los criados llegaban por los niños, y era la hora de la lección. Mi tía se mostraba severa, fruncía el ceño, reprendía, amenazaba. Los chicos preferían que Angelina les tomase la lección. Ella, paciente y bondadosa, conseguía que los niños estuvieran atentos, y con una mirada o una caricia ponía orden en aquella turba de diablillos rubios, vestidos con faldellines de seda.

Teníamos una asistenta vieja para aviar las habitaciones, porque la duquesa, sabiendo lo enamoriscado que era mi padre, no consintió que tomase criada, no fuese a perder la chaveta y hacerme a perder la inocencia. La señora cuidaba de como una madre. Me llevaba con frecuencia a comer con ella, y me daba libros a que se los leyese. También me enseñó algo de francés.

Desalentado nuevamente, pensó: ¿Para qué? María Teresa no me ama, y yo no puedo modificar su corazón. La última vez que había visto a la joven fue en la estación del ferrocarril de Saint-Lazare. Cinco semanas hacía que los Aubry habían partido para Etretat, por haber aconsejado el médico que el convaleciente tomase los aires del mar.

Doña Blanca se lamentó del mucho tiempo que el padre había estado sin venir de Villabermeja, y todos le hicieron coro. Se trató de que el padre tomase algo hasta la hora de comer, y el padre no quiso tomar nada, salvo asiento cómodo.

Le despertaron los primeros rayos del sol hiriendo sus ojos y el alegre parloteo de los pájaros que saltaban cerca de su cabeza, aprovechando para su almuerzo los restos de la destrucción nocturna. Se levantó, entumecido por el cansancio y la humedad. Pimentó y su mujer le llamaban desde lejos, invitándole á que tomase algo.

¿Y la duquesa sabe algo? No, no cómo decírselo... Quería preguntárselo a Honorina... ¡Ea! ¡Que se vaya al diablo Honorina! Es lo que yo digo. Llamaron al barón para el whist y respondió, sin levantarse, que estaba ocupado, rogando a un amigo que tomase su puesto. Quería acabar la confesión, pero el duque le interrumpió diciéndole con voz ronca: Tengo hambre. Aun no he comido hoy. ¿De veras?

Pero ya lo arreglaremos, hijo, y a me tienes dispuesta a darle la morrada a la bestia cuando menos ella se lo piense. Ya no la puedo sufrir. Tía y esposa, disimulando su tristeza, le contemplaban mientras tomó el chocolate, admiradas de que lo tomase con ganas. Las ganas teníalas la bestia, él no. xi

Hace mucho tiempo que ha muerto también; era emplomador y se cayó de un techo cuando trabajaba. ¿No tienes parientes? No, nadie. Después que ha muerto tu mamá ¿en dónde vives? ¿quién te da de comer? La portera de la casa, porque me quiere mucho. Dijo ella a su hermano, que es carpintero, que me tomase de aprendiz, y ahora trabajo... El señor Aubry, pensativo, no lo escuchaba ya.

Añadió la buena anciana, que para conseguir el fin deseado, así como para domeñar el genio soberbio de María y sus hábitos bravíos, lo mejor sería suplicar a señá Rosita, la maestra de amiga, que la tomase a su cargo, puesto que era dicha maestra mujer de razón y temerosa de Dios y muy diestra en labores de mano.

Era absurdo ganar de tal modo jugando tan mal. Debe tener oculto en sus faldas el rosario del conde dijo Atilio con gravedad. Quedó Lewis perplejo, como si tomase en serio estas palabras. Después se ruborizó, con una corrección británica, al acordarse de los extraños adornos del rosario de su amigo.

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