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Y cogiéndose con fuerza de su brazo le empujó hacia la escalera seguido de Nati y Rafael entre las miradas atónitas del oficial, del inspector y de los tres o cuatro empleados que allí había a tales horas. Una vez en la calle, la hermosa tirana ofreció su coche a Nati y Rafael, y se metió sin vacilar en el del duque, que la siguió taciturno pero sumiso.

No respiraba Doña Paca sin permiso de la tirana, quien para los más insignificantes actos de la vida, tenía no pocas órdenes que dictar a la infeliz señora. Esta llegó a tenerle un miedo infantil; se sentía miga blanda dentro de la mano de bronce de la ribeteadora, y en verdad que no era sólo miedo, pues con él se mezclaba algo de respeto y admiración.

Tomas Candish, que estaba tan pujante, A la rueda pensaba que tenia De aquesta gran tirana, mas constante Que á su poca fijeza convenia: Mas ella se le vuelve en un instante Tan contraria á su vana fantasía, Que causa que su vano pensamiento A las vueltas se vaya con el viento.

Y como yo quisiese salir a enviar por médico, «no llames a nadie, Florela, me ha dicho, que no quiero que nadie vea el triste espectáculo del dolor que en causa la no esperada y tirana desventura mía; y llévame a tu lecho, amiga Florela, mientras que pasa esta cruel fuerza del dolor que me acaba

En esta parte merecen especial mención los esfuerzos ilustrados de dos músicos de talento, á saber: de Carnicer y Masarnau, los cuales han compuesto para el bolero, la tirana, el polo, etc., nuevas y características melodías, que dentro de poco serán sin duda populares. EDAD DE ORO DEL TEATRO ESPA

Viniendo de la iglesia una mañana, Que habia sacrificio celebrado, Una comadre mia, Mariana, De su pequeña choza me ha llamado, En una isla antes la tirana Le habia

Lo peor para la familia fue que con estos alifafes enojosos no se atenuaba el absolutismo gobernante de la tirana, sino que se agravaba. Antonio le proponía sacarla a paseo, y ella a paseo le mandaba con cien mil pares de demonios. Hízose displicente, y también mal hablada, grosera, insoportable.

Si no tenemos formalidad, me voy. Ya ves que no soy tirana, que llevo la caridad hasta un límite que quizás sea imprudente. Pero yo digo: 'Dándole un poquito, nada más que una miajita, la consuelo, y aquí no puede haber vicio'. Porque yo lo que es la debilidad de estómago y cuánto hace sufrir. Negar y negar siempre al preso pecador todo lo que pide, no es bueno. El Señor no puede negar esto.

Consta de los documentos de esa época, que residieron en ella todos los célebres actores y actrices de los siglos XVII y XVIII, desde Agustín de Rojas y Alonso de Olmedo, hasta Manuel García Parra y Mariano Querol, y desde María Riquelme y María Calderón, hasta la Ladvenant y la Tirana, viviendo en las calles de las Huertas, Amor de Dios, San Juan, Santa María, Francos, Cantarranas y León; costumbre seguida por los actores y actrices modernos, hasta hace poco, como Rita Luna, Isidoro Máiquez, Guzmán, Latorre, Romea y otros.

Avanzó Juliana hacia ella sonriendo; pero al través de la sonrisa, hubo de vislumbrar Nina la autoridad que la ribeteadora había sabido conquistar allí, y se dijo: «Esta es la que ahora manda. Bien se le conoce el despotismo». A las arrogancias revestidas de benevolencia con que la acogió la tirana, respondió Nina que no se iría sin ver a su señora.