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Actualizado: 8 de junio de 2025


El hotel mismo de las «Tres-Coronas» en que nos alojamos, extiende sus terrazas elegantes hasta el lago, repletas de flores y arbustos, entre otros el naranjo, el jazmin y el habano de hojas lanceoladas, plantas que crecen al aire libre y en plena tierra, como en los climas meridionales.

Piense usted, don Marcos, que la juventud tiene sus derechos. Y la vejez sus deberes contestó el coronel con bondad, resignándose ante el porvenir. Ahora, de pie ante el príncipe, balbucea con timidez y confusión porque va á abandonarlo. Me espera Madó: la pobrecita sale muy poco. Le gusta que la lleve por las tardes al concierto en las terrazas. Son las cinco.

Aquel aspira á la elevacion, estrecha los vanos, aguza las armaduras, acaba por romper el arco para reunir sus apoyos sin disminuir su altura; el oriental por el contrario se dilata á placer sobre la tierra, aplana sus techumbres convirtiéndolas en terrazas, ensancha sus vanos, se corona de cúpulas.

Spadoni, como si aún estuviese soñando, miró el Casino, la plaza, la entrada de las terrazas, el arranque de la avenida que desciende al puerto. Lo veía todo tal vez lo mismo que en su imaginación. ¡Qué de gente!

El parque se extendía a una y otra parte del Aubette, cuyas verdosas aguas rodeaban luego la casa y alimentaban las albercas construidas al pie mismo de las terrazas. La avenida de fresnos cuyo recuerdo tan bien había conservado Delaberge, conducía a una verja de hierro y después se continuaba más allá del puente de piedra echado sobre el riachuelo.

Al embarcarnos á bordo de un vapor, con direccion á Zuric, pudimos admirar en su conjunto la gracia y los contornos de Horgen, cuyos pormenores nos habian seducido. La villa es literalmente un conjunto de fábricas y bonitas casas de elegantes formas, terrazas y jardines. La vida debe de ser dulce, apacible y dichosamente laboriosa en ese lindo pueblo.

Al reconocer al príncipe en el café, olvida al otro, y parece suplicarle con los ojos que abandone su asiento y vaya con ella á las terrazas. Se alejan los dos hacia el concierto, y Miguel vuelve á caer en su meditación... Recuerda su diálogo con don Marcos poco antes, cuando bajaban del cementerio. Toledo parece inconsolable. La guerra no ha terminado bien para él.

¿Para qué ir a Tien-Hó? ¿Por qué no quedarme allá en aquel amable Pekín, comiendo nenúfares en caldo de azúcar, abandonándome a la somnolencia amorosa del «Reposo discreto» y yendo por las tardes azuladas a dar mi paseo del brazo del buen Mariskoff, por las terrazas de jaspe de la Purificación o bajo los cedros del Templo del Cielo?

Y en su pirámide de cinco terrazas se levantaba por sobre toda la ciudad, con sus cuarenta templos menores a los pies, el templo magno de Huitzilopochtli, de ébano y jaspes, con mármol como nubes y con cedros de olor, sin apagar jamás, allá en el tope, las llamas sagradas de sus seiscientos braseros.

Pero la fatalidad parecia pesar sobre aquella maravilla humana: un rayo incendió una de las torres, en 1764; todo el edificio fué al punto devorado por las llamas, en sus partes superiores, y desde entónces no han quedado sino ruinas majestuosas, con los sótanos intactos, las torres y terrazas y casi todos los muros en pié.

Palabra del Dia

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