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Actualizado: 18 de junio de 2025
Pero la fortuna ordenó las cosas muy al revés de lo que él temía. Sucedió, pues, que otro día, al poner del sol y al salir de una selva, tendió don Quijote la vista por un verde prado, y en lo último dél vio gente, y, llegándose cerca, conoció que eran cazadores de altanería.
Tendió su mano al joven; éste tuvo un momento de sorpresa o de vacilación; luego tendió la suya y Delaberge la estrechó con ademán amistoso. Después continuaron su camino hablando tranquilamente de la repoblación de los montes y no se separaron sino en la misma cocina del Sol de Oro, donde una criada les estaba aguardando medio dormida.
El montón de oro parecía brillar y crecer bajo su mirada agitada. Se inclinó por fin y tendió la mano hacia adelante, pero en lugar de las monedas duras de contorno familiar y resistente, sus dedos encontraron rizos sedosos y cálidos.
Pensó que tal vez el enemigo, oculto en la maleza, veía las rendijas de la puerta iluminadas y esto le hacía persistir en sus provocaciones. Apagó la vela y se tendió en la cama, experimentando una sensación de bienestar al verse en la obscuridad, con la espalda hundida en las crujientes blanduras del jergón. Podía aullar horas y horas hasta perder la voz aquel bárbaro.
Parece que lo entendió la cabra, porque, en sentándose su dueño, se tendió ella junto a él con mucho sosiego, y, mirándole al rostro, daba a entender que estaba atenta a lo que el cabrero iba diciendo, el cual comenzó su historia desta manera: Capítulo LI. Que trata de lo que contó el cabrero a todos los que llevaban a don Quijote
Cerró con esto el testamento, y, tomándole un desmayo, se tendió de largo a largo en la cama. Alborotáronse todos y acudieron a su remedio, y en tres días que vivió después deste donde hizo el testamento, se desmayaba muy a menudo.
Aceptó gustoso, desensilló su mula, que unió a las nuestras, puso las valijas en un punto seguro, junto al cual tendió su cama, y en seguida se acercó al fogón y sentado en una piedra empezó a charlar, siguiendo atentamente los progresos del fuego.
El gitano pronunció estas últimas palabras con aire emocionado. La única lágrima que en mucho tiempo había derramado, brilló un momento en sus ojos, y tendió la mano a Blasillo, que la asió con una exaltación inconcebible, exclamando: ¡En vida y en muerte, comandante!
Habían pasado ocho días desde mi visita de vuelta de viaje. Tiré con fuerza de la campanilla y me hice anunciar. Amparo salió hasta el recibimiento y me tendió la mano con la mayor naturalidad. Otra vez no pida usted que le anuncien, me dijo sonriendo. Y me llevó a la sala asido de la mano.
Quizás haya en él flores más hermosas que las de los bosques. Perla se dirigió á la ventana abovedada en el fondo del vestíbulo, y tendió la mirada á lo largo de las calles del jardín, alfombrado de hierba recién cortada, y guarnecido con algunos arbustos, no muchos, como si el dueño hubiera desistido de su idea de perpetuar en este lado del Atlántico el gusto inglés en materia de jardines.
Palabra del Dia
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