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Actualizado: 25 de mayo de 2025


¿Y la dijo usted eso? Debía decírselo. Ella me oyó. El temporal había terminado, el sol resplandecía sobre la lozana verdura. La dije que la tempestad de su vida se tenía que calmar algún día, y que ese día yo sería aún suyo. Ella suspiró: «¡Si nos hubiéramos conocido antes!...» Yo seguí hablando.

Por ese doble juego de gobiernos simultáneos, mancomunados y superpuestos sobre el pueblo, el temporal para las necesidades de este mundo, el espiritual para las necesidades del otro, nuestros antepasados treparon la cuesta de la vida con dos enormes pulpos sobre las espaldas, que les impedían desarrollarse y crecer, arrebatándoles todavía la mayor parte del mezquino fruto de sus amenguadas energías, en compensación del trabajo que se tomaban para coartarles el pensamiento que es una forma del movimiento, como la electricidad, el magnetismo o la luz, matarles el espíritu de iniciativa y tutearlos después que les habían tullido la capacidad de obrar y de conducirse solos.

El rumbo de tan tristes cortejos era el Muelle, donde había ya una muchedumbre con los ojos clavados en la boca del puerto. El temporal había cesado casi por completo en tierra, y de la mar sólo se veía una parte de su furia, estrellándose espumosa y rugiente sobre las tristes Quebrantas.

Pero al día siguiente se levantó una horrible tempestad, enormes montañas de agua parecían a cada momento querer tragarse al buque que, capeando el temporal, huía ante el tiempo. En fin, después de una penosa travesía, El Gavilán recaló en Nantes, donde reparó sus averías, y después, de acuerdo con los deseos de Kernok, se hizo de nuevo a la mar para fondear una vez más en la bahía de Pempoul.

Si no por las buenas, por las malas tendría que quedarse aquel día en la cama, y el siguiente, y el otro, y todo el tiempo que durase el temporal de nieve. Había que evitar a todo trance los enfriamientos... Después, ya se vería.

Pasaron entonces por el recuerdo todos los días que siguieron al entumecimiento del rigoroso temporal, cuando el espíritu de Ana había dejado aquella especie de vida de culebra invernante.

Todo lo que sabemos es que la Ligera, llena de tropas para Crimea, había zarpado de Tolón la víspera por la tarde, con mal tiempo. De noche todavía, empezó a arreciar el temporal. Viento, lluvia, mar alborotado como nunca. Por la mañana amainó un poco el viento, pero el mar continuaba tan fiero; y a todo esto, una maldita bruma del demonio, que no permitía distinguir un fanal a cuatro pasos.

Cuando el temporal se hubo apaciguado, dispusieron el viaje hácia Flandes; y el 8 de setiembre desembarcaron en la bahia de Ramna, puerto situado en las inmediaciones de Holanda, sin otró contraste que haber desaparecido varias alhajas de gran valor de la princesa, porque el navío donde se encontraba su recámara encalló en un banco llamado el Monge, sitio bastante peligroso.

El Argentino toma, pretendiendo En él hacer aguage de camino: Del Estrecho la vuelta va siguiendo; Un temporal deshecho sobrevino, Con fuerza sus navíos sacudiendo: El huracan, tormenta, torbellino, A la costa una nave sin antena Entregan desrumbada en el arena. Tomando, pues, su gente el Luterano En una sola nave, con osado Y valeroso pecho, y viento sano Al puerto de Leones ha llegado.

Todas las nubes de barro, que había arrancado de sus orillas superiores y que tenía aun en suspensión, son rechazadas por las olas hacia el lecho fluvial; no pudiendo ir más lejos, se depositan en el fondo y forman así una especie de baluarte móvil sirviendo de límite temporal entre los dos elementos en lucha.

Palabra del Dia

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