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Actualizado: 19 de junio de 2025
Estos tres caballeros defendiéndose valerosisamente ganaron una Iglesia, y apretándoles mucho en ella, se hubieron de retirar á una torre de ella, peleando con tanta desesperacion desde lo alto que no fué posible, por masque se procuró, matarles ni rendirles.
El hospital de mineros estaba fuera de los cercos, muy próximo al cementerio, sin duda para que los enfermos se fuesen acostumbrando a la idea de la muerte y también para que si no fuesen poderosos a matarles los vapores mercuriales, les secundasen en la tarea las dulces emanaciones cadavéricas. Era un caserón viejo, agrietado, húmedo y sombrío.
Por ese doble juego de gobiernos simultáneos, mancomunados y superpuestos sobre el pueblo, el temporal para las necesidades de este mundo, el espiritual para las necesidades del otro, nuestros antepasados treparon la cuesta de la vida con dos enormes pulpos sobre las espaldas, que les impedían desarrollarse y crecer, arrebatándoles todavía la mayor parte del mezquino fruto de sus amenguadas energías, en compensación del trabajo que se tomaban para coartarles el pensamiento que es una forma del movimiento, como la electricidad, el magnetismo o la luz, matarles el espíritu de iniciativa y tutearlos después que les habían tullido la capacidad de obrar y de conducirse solos.
De pronto, hubo algo en su espíritu que podría compararse a un vuelco súbito, o movimiento de cosas que, girando sobre un pivote, estaban abajo y se habían puesto arriba. Las manos le temblaban, sus ojos echaron chispas, y cuando dijo matarles, matarles, su voz sonó en falsete como en la noche aquella funesta, después del atropello de que fue víctima en Cuatro Caminos.
Lo primero, por ver si los podia tomar á todos vivos; y lo segundo por no alborotar la comarca y perder el lance con otras tolderias que pudiese haber inmediatas. Como de facto habia una á distancia de tres cuartos de legua; de lo que, cerciorado de las patrullas, mandé 300 hombres á embestirlas, que, aunque puestas en fuga, se logró matarles 28, y tomarles prisioneros 19.
Pero hay guardias, una guarnición, un barco vigilante, dijo Vezín. ¡Eso es una locura! Afrontan ustedes responsabilidades espantosas si les prenden, y para prenderles no se tendrá inconveniente en matarles... Eso es cuenta nuestra, respondió Marenval. Puede usted creer, querido, que al meterse uno en semejantes aventuras, hace el sacrificio de su existencia.
Palabra del Dia
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