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Actualizado: 25 de junio de 2025
En llegando más cerca, fue conocido de todos por el gallardo Basilio, y todos estuvieron suspensos, esperando en qué habían de parar sus voces y sus palabras, temiendo algún mal suceso de su venida en sazón semejante.
Hecha esta carta y firmada de muchos, no la enviaron por parecer á algunos que tardaría en venir respuesta para sus disinios, que era rendir el fuerte, temiendo que los enemigos diesen asalto. Tratándose en la misma tienda que era bien ver el agua que había en la cisterna para gobernarse por ella, dijo Juan de Funes que en lo del agua no había que tratar, que no había para más de aquel día.
Se detuvo temiendo el efecto de su confesión. Sin embargo, Nancy permaneció completamente tranquila en su asiento, salvo que sus miradas se dirigieron hacia el suelo, dejando de encontrarse con las de Godfrey. Estaba pálida y serena como una estatua de la meditación, con las manos unidas sobre las rodillas.
Pues voy a avisárselo a Carmen para que se alegre, replicó la anciana... ¡si viera Vd. como ha llorado, hermano cura, temiendo que no viniera! ¡Pobre muchacha! Que no tenga cuidado, Gertrudis, que no tenga cuidado. Aquí hay algo de amor, amigo mío, me atreví a decir al cura.
Basilio temiendo fuese descubierto tomó una resolucion súbita, se levantó de su asiento y con la voz más natural, ¿Le puedo ayudar, señor...? preguntó saliendo de su escondite. Simoun se enderezó y dió un salto como un tigre atacado infraganti, se llevó la mano al bolsillo de su americana y miró al estudiante pálido y sombrío.
Cuando yo vi que las unas por el un santo y las otras por el otro trataban indecentemente de ellos, cogiéndola a mi monja, con título de rifárselos, cincuenta escudos de cosas de labor, medias de seda, bolsicos de ámbar y dulces, tomé mi camino para Sevilla, temiendo que si más aguardaba había de ver nacer mandrágoras en los locutorios.
Barbarita no gustaba de prodigar su tesoro, y apenas acercaba el papel a las respingadas narices de las otras, lo volvía a retirar con movimiento de cautela y avaricia, temiendo que la fragancia se marchara por los respiraderos de sus amigas, como se escapa el humo por el cañón de una chimenea. El tiro de aquellos olfatorios era tremendo.
Rompió el sobre y leyó ávidamente la orden de soltura. ¡En la torre de los Lujanes! ¡y allí está mi libertador preso, dudando, temiendo...! ¡Tu libertador! dijo el rey con asombro. ¡Sí, mi generoso y valiente libertador! No te comprendo. ¿Por qué he de callar más?
Casi llegó a olvidar a los enemigos que le rodeaban. Pensaba con inquietud en Margalida. Sintió el escalofrío del enamorado cuando adivina la proximidad de la mujer adorada y duda de su suerte, temiendo y deseando al mismo tiempo su aparición.
Al terminar el concierto salió apresuradamente, temiendo que le cortasen el paso ciertas amigas antiguas que había descubierto entre la concurrencia. Cruzó el atrio violentamente, hendiendo los grupos que no le dejaban avanzar.
Palabra del Dia
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