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Actualizado: 23 de junio de 2025


Usted no habría investigado demasiado minuciosamente el pasado de aquel hombre, no se habría inquietado de sus primeras y menos dignas pasiones. Eso está en las leyes naturales, que quieren que los hombres sean más ansiosos de la dicha, más impacientes. Aquel hombre habría desdeñado su pasado y habría temblado de gozo y orgullo al estrechar contra su corazón a la virgen.

No en mis días: si la faz no ha empalidecido, si el corazón no ha temblado ante ningún poeta legendario, por cruel que se haya mostrado, las alteraciones atmosféricas no prevalecerán contra mi heroísmo. En esta admirable disposición de espíritu atravesé casi toda la calle del Arenal.

Los criados no ignoraban estas historias, y sus dedos habían temblado sobre los cerrojos cuando doña Guiomar ordenó que se abriesen las puertas para velar en el antiguo estrado de doña Brianda el cadáver de su padre. Era, sin duda, extraño el aspecto de aquel recinto.

Además, las dos jóvenes lloraban que era un desconsuelo. Sucedióle á Montiño lo que á muchos que se creen invencibles antes del combate: huyó á la vista del enemigo. Y huyó, literalmente hablando. Luisa, al verle huir, sintió una especie de perverso consuelo. Había adivinado algo aterrador en Montiño. Se había visto descubierta. Había temblado. Pero al huir Montiño se tranquilizó.

¡Ah! vida infame murmuró con un quejido de dolor, ¡cuánto me cuestas! ¡déjame, no quiero nada de ti, te desprecio! la mano me ha temblado, ¡qué cobarde soy!

Voy a poner este chisme sobre la mesa y a escribirles largamente, confesando todo; quiero que me perdonen, porque sin su perdón, no me iría tranquilo... ¿qué dirá de , papá? ¡tanto esperar de su Quilito! tengo la pluma en la mano y el papel por delante, y no qué decirle; me da vergüenza confesarle que su hijo es un falsificador... no, no se lo diré, no le escribiré nada; vale más irse en silencio, sin despedirse... Romperé esta carta y escribiré dos líneas pidiéndoles perdón, porque sin el perdón no me voy, no me voy... A Susana, , una carta muy larga, para que se acuerde de , para que rece por , ¡qué desgracia la mía! tan feliz que podía haber sido, y no he podido serlo, a causa de esta tendencia maldita, que lo reconozco, me lleva por otro camino que el del trabajo, que, forzosamente, fatalmente, estamos obligados todos a seguir; yo creo que en hay algo del tío Agapo, solo que él se contenta con lo que tiene, y no hace nada, y yo he deseado tener más, sin hacer nada... Lo que he puesto el nombre de Susana, la mano me ha temblado: ahora lloro, ¿me faltará valor? ¡ay! no puedo pensar en mis viejos y en ella, sin afligirme... Tiíta Silda, estoy seguro, ha de guardar mi secreto, y si logra recuperar el pagaré, mi falta no la sabrá nadie, nadie más que ella y Dios; esto me consuela, porque la idea de que había deshonrado a mi padre, después de arruinarle, y que él lo supiera, y que Susana lo supiera, y que todos lo supieran, amargaría más mis últimos momentos... ¡Adiós!

Está bien, Catalina, podéis estar tranquila; conozco un medio seguro de salvar todas las dificultades dijo victoriosamente Mathys . Mañana, probablemente, el aya os traerá la noticia de que me ha confesado su afecto sin haber temblado ni sonrojado. La campesina lo miró con sorpresa. Es bien sencillo exclamó , voy a proponerle que se case conmigo... ¿Por qué lanzáis ese grito de inquietud?

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