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Actualizado: 23 de junio de 2025
Dia 16 y 17. Puesto en marcha al aclarar el dia, dimos á las diez de él con las tolderias que dijimos el dia antecedente, y en ellas conocimos hacer poco rato se habian huido sus habitantes, pues encontramos en ellas varias menudencias, sacos de sal y ponchos á medio tejer: y habiéndose aprovechado de estos despojos la gente, les hice dar fuego á aquellas y seguí la marcha hasta el Arroyo Bullinco, que dista cuatro leguas, y de allí hasta el parage Minchemelinqué, que dista tres leguas: es de muchas aguas y pastos.
Las guineas habían ido aumentando en la olla de hierro, y su existencia se había limitado y endurecido de más en más, hasta no ser más que una simple pulsación del deseo y de la satisfacción, pulsación que no tenía ninguna atinencia con ninguna otra criatura humana. Su vida se había limitado a la acción de tejer y de atesorar, sin tener ningún fin a que tendiera su acción.
Eran conventos poderosos: hoy se alberga en el uno como vergonzante la suprema autoridad política y gubernativa de la provincia; el otro, medio arruinado, no tiene mas morador que un pobre sillero, al cual le viene tan grande la regia clausura, que como corrido de su pequeñez dentro de ella, se ha bajado á un rincon de su inmenso patio á teñir sus palos y tejer sus eneas.
Pero os pido y os ruego que dejéis de tejer el domingo; eso es malo para el alma y para el cuerpo. El dinero que se consigue así es un mal lecho de reposo en los últimos momentos, si no se disipa como la escarcha quién sabe dónde. Disculpad que me haya tomado esta libertad con vos, maese Marner, porque os quiero bien en verdad. Aarón, haced vuestra reverencia.
Sea lo que fuera, sus pensamientos se fueron volviendo tan absorbentes que dejó de tejer y su cabeza se inclinó suavemente sobre su pecho como si sus ojos se hubieran cerrado para mirar más profundamente dentro de sí misma. Mientras estaba sumida en sus meditaciones, un hombre atravesó el agujero de la cerca y penetró en el sendero. Se detuvo y lanzó una mirada casi indiferente al jardín.
¡Tejer tu!... ¡No es posible!... Eres muy chica. ¡Y te gastarías esos lindos ojitos míos y esas queridas manitas!... Yo he de tejerte cuánto me pidas: una carpeta para tu mesita, un pañolón para tu muñeca... Di, ¿qué más quieres? ¡Por favor, mamá! rogaba la niña, sollozando casi. ¡Enséñame a tejer a mí, tú que eres tan buena! ¡Ten lástima de mí! ¿Y qué quieres tejer?
Aquel vacío estaba colmado por su dolor. Mientras estaba ocupado en tejer, gemía con frecuencia, muy quedo, como un alma en pena: era seña de que su pensamiento había vuelto al abismo abrupto, a las horas inertes de la noche.
La quietud dejaba flotar o embeberse la suelta cabellera, enrojecida por el hené; cabellera esponjada y enorme que hacía pensar en los copos destinados a tejer todo un manto.
Sólo un ser, aquel ser de amor podía haber ido a colgar allí esa corona: y las lágrimas comenzaron a inundar su rostro, incontenibles. Benefactora secreta, consoladora compasiva, se denunciaba en la inspiración de amor que la había guiado hasta aquella lápida; en el pensamiento amoroso que la había hecho tejer aquella guirnalda.
Siempre se deseaba cambiar con él los saludos y ajustar los tratos lo más pronto posible; pero al mismo tiempo se procedía con él de un modo propiciatorio, y a veces haciéndole un regalo de carne de cerdo o de productos del jardín, porque sin su ayuda no había medio de hacer tejer lino.
Palabra del Dia
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