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Actualizado: 14 de junio de 2025


Después de un rato, el seminarista, a medio vestir, salió a la puerta, a fin de despedir airadamente a la criada. Patón lo trincó, le tapó la boca, y, en vilo, lo bajó y lo metió en el coche. Novillo pagó la cuenta a la posadera; y no hubo más. Arriba esperaba Angustias. Apolonio no quería pensar en ella. Novillo, con su resfriado, no podía pensar en ella.

Entonces, pensando que aquel agujerito podría convertirse en observatorio peligroso para su honestidad, se levantó a oscuras y lo tapó a tientas con la punta de una toalla, murmurando al meterse segunda vez entre las sábanas: «¡Válgame Dios lo que es la vida! ¡Todo Madrid me ha visto medio desnuda en el teatro, y ahora tomo precauciones para que no me vea el único hombre a quien quiero...!»

El conde, pálido, desencajado, sin hacer el más leve movimiento, parecía la estatua de la desesperación. Al poco rato se tapó la cara con las manos y así escuchó hasta el fin. ¡Oh, qué infame! ¡oh, qué infame! murmuró sordamente. , muy infame, pero aún espero serlo más. ¿Has oído todas estas infamias? Pues no son nada en comparación con las que haré.

Llegó un día en que sólo se alcanzaban a ver las zapatas de los maderos que sostenían el techo del corredor, y al fin la masa constructiva lo tapó todo, no quedando fuera más que las chimeneas, y aun para columbrar estas era preciso tomar la visual desde muy lejos. Al Norte había un terreno mal sembrado de cebada.

Y tomándole a la fuerza las dos manos empezó a repartir besos en ellas a toda prisa sin darse punto de descanso hasta que creyó percibir algo raro sobre su cabeza y la levantó. Marta estaba llorando. La sorpresa del joven fue tan grande que soltó las manos sin decir palabra. La niña se tapó con ellas la cara y comenzó a sollozar con vivo sentimiento.

Allá en el fondo entre las camas de los esposos pendía un crucifijo. En uno de los paseos los ojos de don Germán tropezaron con él. Quedó inmóvil, clavado al suelo, los ojos fijos en aquella imagen sangrienta. ¿Cuánto tiempo estuvo así? ¿Una hora? ¿Un minuto? Jamás pudo él mismo saberlo. Al fin dejó escapar un suspiro, se tapó el rostro con las manos y cayó de rodillas sollozando.

Se tapó los ojos con las manos, como si pretendiese defenderlos de crueles visiones, y así se mantuvo algún tiempo. Luego levantó el rostro, para añadir con una ansiedad interrogante: que eres mi único amigo y conociste de cerca mi vida en París, ¿crees que Fontenoy era el amante de mi mujer?... El español hizo otro gesto ambiguo, no sabiendo qué contestar.

Paz se alarmó y Salomé se tapó los oídos, como si oyera el aullido, de un chacal. Defendieron entre las dos á doña Rosalía de la agresión inesperada del animal; fuese la sastra, y las dos arpías se miraron cara á cara, comunicándose mutuamente su respectiva bilis.

Era un gorro de terciopelo negro, alto y vueludo, que le tapó las orejas. Cuando se miró en el espejillo que colgaba sobre la cómoda, hacía una figura tan lúgubre y extraña, tan semejante a la de un amortajado, que sintió miedo. Siéntate ahora en ese sillón. No estoy cansado. Siéntate, digo, y responde a lo que voy a preguntarte. ¿Me contestarás con toda franqueza? , señor.

¿Por qué no puede pasar? preguntó con entereza el sacerdote, alzando la cabeza. Porque aquí no entran p.... ni ladronas. Ante aquella injuria bárbara, la dama se tapó el rostro con las manos y dejó escapar un gemido. El P. Gil se puso rojo, y cogiendo al viejo por un brazo, le sacudió con violencia.

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