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Actualizado: 7 de julio de 2025


¿Y por qué no? le respondí, ¿Cuánto vale la jaca? Media bicoca, señorito; por ciento cincuenta duros.... Es muy cara. Ah, señor! si usté supiera lo que vale la yegua!... Es mas fina que una perla; y tal madre tal hijo. Entonces la jaca es muy mala. Puah! qué está usté rezándome! Y el padrote.... La verdad: la yegua fina da mal potro, si el caballo es bueno.

A mediados de septiembre regresó Isidora a Madrid, dejando fama en la colonia veraniega de El Escorial. Entonces ocurrió en la vida de Melchor un hecho singular. De repente su prosperidad, su boato y grandeza se hundieron como por escotillón, sin que se supiera la causa.

Cayó toda la opinión 155 Y nobleza que he tenido. No es de los hombres llorar; Pero lloro un hijo mío Que está en Flandes, de quien fío Que me supiera vengar. 160 Siendo hombre, llorar me agrada; Porque los viejos, María, Somos niños desde el día Que nos quitamos la espada. DO

No había aún llegado a su noticia la primera parte de su historia; que si la hubiera leído, cesara la admiración en que lo ponían sus hechos y sus palabras, pues ya supiera el género de su locura; pero, como no la sabía, ya le tenía por cuerdo y ya por loco, porque lo que hablaba era concertado, elegante y bien dicho, y lo que hacía, disparatado, temerario y tonto.

Para tal hombre, una mujer de principios, de mucha labia, señora de finísimos modales, y que supiera honrar a su marido honrándose a propia; que supiera darle lucimiento luciéndose ella misma; una dama que se creciera cada día haciéndole crecer, porque el secreto de las brillantes carreras de algunos hombres está en el talento de sus mujeres.

No se me había ocurrido aún que pudiera casarme con él, pero pensaba con gusto en que podía ser la dama por la cual ese caballero descendía a la arena. ¡Y si supiera qué placer de otro género, no experimentado aún, sentí cuando me envió aquella tarjeta en que se titulaba en broma: Proveedor de Su Gracia la Marquesita Florencia.

¿No podía ser que, sin que usted lo supiera, la joven le amara y eso haya hecho que esté secretamente celosa de la Condesa? El interrogado tardó un instante en contestar. No dijo por último. ¿Dónde estaba usted cuando oyó el disparo? En mi cuarto. ¿En su cuarto de dormir? En el escritorio. ¿A qué hora precisa ocurrió el suicidio? A las once y tres cuartos. ¿Qué hizo usted al oír el tiro? Acudí.

Pues bien la repliqué, yo desapareceré: partiré hoy mismo, dentro de un momento y nunca volverás a verme. ¿Quieres morir, sin embargo? me dijo. Tuve miedo de comprender, pero, no obstante, la pregunté: ¿Por qué? Sus palabras, nada me dijeron que yo no supiera ya. Porque si vivo seré suya. ¡Suya, de usted, de otro!... Una llamarada me subió a los ojos y a la frente.

Está hecho un Salomón. Doña Desdémona, cuando surge alguna dificultad en su república de pájaros, le llama, y lo que él dice, se hace. Vaya, que hoy estamos de vena. Ojalá fuera verdad lo que usted dice. Yo me alegraría mucho, con tal que no se acordara de para nada, ni supiera que estoy viva. Pues eso que no lo logra usted... Todo lo sabe. ¡Ay, no me lo diga, por Dios!

¡Mira, papá le dijo con entusiasmo volviéndose hacia él , qué acuarelas tan lindas! ¡Con qué facilidad y con qué valentía están hechas! ¡Qué frescura de color!... ¡Ay, don Adrián! añadió mirando al boticario que se derretía de placer con el éxito de aquellas obras de su hijo . ¡Si viera usted lo que cuesta hacer estas cosas! ¡Si supiera usted las fatigas y los años que se pasan para llegar siquiera a la mitad de este camino!

Palabra del Dia

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