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Actualizado: 26 de mayo de 2025


Los estudiantes y el cura se ensartaron en dos borricos, y nosotros nos subimos en el coche; y no bien comenzó a caminar cuando unos y otros nos comenzaron a dar vaya, declarando la burla. El ventero decía: -Señor nuevo, a pocas estrenas como ésta, envejecerá. El cura decía: -Sacerdote soy; allá se lo diré de misas.

Subimos por el rio Paraguay con los 500 cristianos y los 2,000 indios: los Cários tenian 83 canoas, nosotros 9 bergantines, y en cada uno iban dos caballos, que hasta que llegamos al monte de San Fernando. Por espacio de 100 leguas fueron por tierra, y los embarcamos y proseguimos el viage hasta los Payaguás, que huyeron con sus mugeres é hijos, quemando antes sus casas.

Subimos dos tramos, y hénos aquí en pleno piso segundo con entresuelo; pero los criados y la criada continuaban subiendo escaleras. ¿Dónde va usted, mujer de mis pecados? Es que en el piso segundo no hay habitacion vacante. Suban ustedes; esto no es alto para Paris.

Precedidos por el criado, subimos la escalera monumental, y, recorriendo un pasillo, llegamos a un salón inmenso, con grandes espejos y medallones. Esperamos un rato y apareció la dueña de la casa, doña Hortensia, una mujer opulenta, hermosísima. Nos recibió con gran amabilidad. Don Ciriaco estuvo muy cortesano con ella. Realmente, el viejo capitán era un hombre de salón.

Aquella misma tarde, a eso de las seis, habiéndome reunido con Reginaldo, pues así lo habíamos convenido, en el estudio del señor Leighton, los tres subimos a un coche y nos dirigimos a la Scotland Yard, donde tuvimos una larga conferencia con uno de los oficiales superiores de la policía, a quien explicamos las circunstancias y nuestras sospechas de que se hubiera cometido un crimen.

Subimos tres tramos; tres tramos muy lustrosos, muy limpios, muy decentes; pero muy largos. En fin, eran tres tramos para un hombre á quien los tramos matan, que habia subido en menos de una hora veinte y cuatro tramos, sin contar noventa y tres horas de encajonamiento en la diligencia y en el tren. Puedo asegurar que no cómo era la habitacion.

Estaba pálida como una muerta, desgreñada como una loca, trémula y llorosa como una mujer deshonrada. Allí oimos cosas que no olvidarémos, y de que no podemos dar parte á nuestros benignos lectores. Llegamos, por fin, á nuestro hotel. Pagué al cochero siete francos, uno de propina, y subimos á nuestra habitacion, que nos pareció el templo de la Paz. ¡Qué silencio tan apacible! ¡Qué dicha!

Despues de una hora de marcha lenta y perezosa por un sendero pedregoso y rudo, subímos á un estrecho volador que ceñia el costado del cerro. Toda vegetacion artificial habia desaparecido, y caminábamos al traves de enormes derrumbes que las nieves y las lluvias producen, al pié de manchas de abetos deteriorados por los huracanes.

Subimos todos, y por la escalera pregunté a la condesa si algún acontecimiento había modificado la situación de nuestros asuntos, durante mi ausencia, a lo que me contestó: Todo sigue lo mismo. La única novedad es que mi tía padece ahora un reumatismo que la tiene baldada.

Pues bien; a eso de las cuatro, al ponerse el Sol, salimos por la poterna del arsenal, subimos a los caminos cubiertos y nos encaminamos por la avenida de las Vacas, con el fusil al brazo y a paso de carga. Diez minutos después comenzamos a hacer fuego graneado sobre los que se hallaban en el abrevadero.

Palabra del Dia

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