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Actualizado: 26 de junio de 2025


Bullen átomos de luz, como estos que ahora nos rodean, y en las puntas de nuestros cabellos palpita con galvánica fuerza, embriagadora sensibilidad. ¿No percibe usted estas ondas que vienen del cielo, no siente usted cómo se abre la tierra y despide cien mil vidas nuevas, creadas en esta corola donde estamos, y en cuyos bordes nos movemos a impulso de la suave y embalsamada brisa?

Lucía quiso hablar; pero parecíale que un dogal muy suave, de seda, se ceñía a su garganta, estrangulándola cada vez más. De improviso la soltó Artegui; ella respiró, adosándose a la pared, aturdida.... Cuando miró en torno, no estaba en la habitación sino Gonzalvo, que leía entre dientes el telegrama, olvidado por su dueño sobre la mesa.

La perfecta sumisión de aquellas almas femeninas a sus directores, la benevolencia y la ternura con que éstos se esforzaban en conducirlas por el sendero de la virtud, prestaban a la tertulia un carácter suave, inocente y piadoso que no se hallará seguramente en las exclusivamente seglares.

Detrás de ella lucía el retablo del altar mayor su majestuosa fábrica de un dorado suave y viejo: todo un mundo de figuras representando, bajo calados doseletes, las diversas escenas del drama de la Pasión. Entre el retablo y la verja, el oro parecía chorrear, resbalando por las blancas paredes, marcando con líneas deslumbrantes las junturas de los sillares.

El oficial bebió, y fijando los ojos en la imagen de doña Elvira, prosiguió con una exaltación creciente: ¡Miradla!... ¡miradla!... ¿No veis esos cambiantes rojos de sus carnes mórbidas y transparentes?... ¿No parece que por debajo de esa ligera epidermis azulada y suave de alabastro circula un flúido de luz de color de rosa?... ¿Queréis más vida?... ¿Queréis más realidad?...

La gatita de Mari-Ramos se escapó por el tejado, en amor y compaña de un gato pizpireto, que olía a almizcle y que tenía la mano suave. Demos tiempo al tiempo y no andemos con lilailas y recancanillas. Es decir, que mientras los amantes apuran la luna de miel para dar entrada a la de hiel, podemos echar, lector carísimo, el consabido parrafillo histórico.

El pobre D. Juan, que no había salido jamás del estrecho recinto de Peñascosa y que no podía citar nada, callaba como siempre. Pero la pulquérrima jamona le dirigía de vez en cuando una mirada suave y una sonrisa más suave aún, que podían indemnizarle de su vida sedentaria.

Y de este lenguaje sencillo y lapidario, que a la altura de Marco Aurelio le ponía, pasó por gradación suave a otro más acentuado, más enérgico, si bien no más elocuente, diciendo: «Todo lo demás es superfluidad y lujo, es explotar al obrero, chupar su sangre, alimentarse de su sudor bendito, comerse los refinados manjares amasados con las lágrimas del pobre.

El sol, apareciendo sobre la cumbre de una montañuela cercana, disipaba la bruma matutina, que descendía al valle en jirones de encaje gris, y, brillando en un espacio azul clarísimo, alumbraba con luz naciente, fresca y suave.

En El buen paño..... apenas hay acción: no hay nada de drama; pero hay mucho, y a mi ver excelente y precioso, ora de idilio sin afectación sentimental, ora de comedia, o ligera y suave sátira sin acritud ni amargura. Los afectos amorosos no se exageran por lo ardientes para que quemen, ni por lo dulces para que empalaguen.

Palabra del Dia

rigoleto

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