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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Y la verdad era que con aquella vida tranquila y sosegada, eminentemente práctica, se iba poniendo tan lucida de carnes, tan guapa y hermosota que daba gloria verla. Siempre tuvo la de Rubín buena salud; pero nunca, como en aquella temporada, vio desarrollarse la existencia material con tanta plenitud y lozanía.

Desesperado Meleco de tomar este camino, le abrió otro la suerte para que descansase, porque el Príncipe de Servia le ofreció buen acogimiento, con condicion que no habian de tomar las armas, ni usarlas sino quando el quisiese. Aceptolo Meleco, y quedaron en Servia él y los suyos en vida sosegada y quieta, bien diferente la que hasta allí tuvieron.

Apesar de las disposiciones belicosas de Enrique respecto a su hermana, quedose un instante suspenso y pálido escuchando pasos en el corredor, lo cual probó a su primo Miguel que aún no le había abandonado enteramente el instinto de conservación. Los pasos se alejaron al fin sin dar el resultado desastroso que fue de temer, y Enrique con voz más sosegada dijo: Me parece que ya es hora de comer.

Detúvose al cabo el tren en Venta de Baños, y las luces de la estación mostraron su encendida pupila a través de la niebla leve de sosegada noche de otoño. ¿Es aquí? ¿Es aquí donde nos bajarnos y se cena? preguntó Lucía, a quien el suceso, nuevo para ella, de una cena en la estación, abría a un tiempo apetito y curiosidad.

Todos estaban borrachos; pero su embriaguez era dulce, sosegada y triste, sin otra manifestación que el suspiro y el canto, lanzándose varios a un mismo tiempo a entonar canciones melancólicas que hablaban de presidios, de muertes y de la pobre mare, eterna musa del canto popular de Andalucía.

Adolfo olvidó allá su perdida mujer, que no fuera, por cierto, un dechado de diligencia... De carácter tranquilo, acostumbrose pronto a la sosegada vida de un burócrata de aldea. Puso todo su empeño en el servicio del banco y encontró allí una distracción y un rumbo. Llegó así otra vez a comprender el bonheur de vivre y a amar la vida.

Mi anfitrión palideció como un hombre a quien anuncian un desastre, y salimos precipitadamente. Durante diez minutos hubo en aquella casa, tan sosegada poco antes, un ruido de pasos redoblados y voces indefinidas, que se perdían como en la agitación de un despertar.

Halléla sosegada; había tomado alimento y parecía dormitar. ¿Y quién me aseguraba que aquel sosiego no era síntoma de suma gravedad? La anciana había sufrido uno de esos ataques que caracterizaron el principio de su enfermedad; una convulsión general, mayor en un brazo, y una inquietud que no la dejaba queda cinco minutos.

Rosa, que acogía siempre los requiebros del joven cortesano con risa y desconfianza, poco a poco se fue haciendo más grave y sosegada; se ponía encendida al verle; le miraba fijamente mientras él tenía los ojos en otra parte, y cuando llegaba el momento de separarse, en la inflexión temblorosa y enternecida de la voz se adivinaba la emoción que embargaba su alma.

Pero, es lo mismo, ¡anda, pillo! ¡Cuando vuelvas te encontrarás con tu coz... te la guardo!... Y se la guardó. Después de la marcha de Tistet, la mula del Papa recobró su vida sosegada y sus aires de otros tiempos. No más Quiquet ni Bélugnet en la cuadra.

Palabra del Dia

ancona

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