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La impetuosidad con que sopla el viento del sud promueve inmediatamente en los grandes rios gruesas oleadas, que obligan á los viageros á suspender su marcha para no verse irremisiblemente sumergidos junto con sus canoas.

Levemos el ancla de popa dijo el Capitán . El viento sopla del Este, y pondremos la proa hacia la salida de la bahía. Van-Horn subió al castillo para examinar antes la posición del ancla; pero a poco se le vió palidecer y hacer un gesto de furor. ¡Capitán! exclamó con voz descompuesta. ¿Qué ocurre? preguntó Van-Stael. La cadena está cortada y el ancla perdida. ¿Cortada? ¡Imposible!

¿Qué contribucion? ¡La del monumento! ¿Qué monumento? ¡Toma! el del P. Baltasar ¿no lo sabías? Y ¿quién es ese P. Baltasar? ¡Sopla! ¡pues un dominico! Por eso acuden los Padres á los estudiantes. Anda, ¡larga tres ó cuatro pesos para que vean que somos espléndidos! Que no se diga jamás que para levantar una estátua han tenido que acudir á sus propios bolsillos.

Si algo malo le ha sucedido y eres quien se lo ha hecho no tengas miedo de ir á la cárcel... ¡Ya me encargaré yo de impedirlo! Adiós. ¡Al diablo, grandísimo zopenco!... ¡Si creerás, palurdo, que por ser tan espigado te tengo miedo! Los árboles más altos son los que caen con más facilidad cuando sopla el viento recio.

El viajero se siente como anonadado, porque se encuentra muy pequeño, impotente, en presencia de aquella naturaleza exuberante y bravía.... Terribles caimanes se pasean, asomando sus cabezas bronceadas sobre la onda cristalina encrespada por la brisa que sopla desde la lejana costa del mar Caribe; el lago es extenso y de la mas extraña forma.

Los cisnes graznan asustados, ocultando la cabeza bajo las alas como si pasase un peligro: los peces despiertan en el tazón de la fuente, ocultándose temblorosos: las flores caen deshojadas, las piedras crujen como si las pisasen unas plantas de inmensa pesadumbre... y sin embargo no se ve á nadie. Ya suenan pasos en la escalinata: la puerta se abre, á pesar de que no sopla el viento.

-También se puede decir -añadió Sancho- que lo comemos en el yelo de nuestros cuerpos; porque, ¿quién más calor y más frío que los miserables escuderos de la andante caballería? Y aun menos mal si comiéramos, pues los duelos, con pan son menos; pero tal vez hay que se nos pasa un día y dos sin desayunarnos, si no es del viento que sopla.

-Y ¿adónde se toma el aire en esta ínsula? -Adonde sopla. ¡Bueno: respondéis muy a propósito! Discreto sois, mancebo; pero haced cuenta que yo soy el aire, y que os soplo en popa, y os encamino a la cárcel. ¡Asilde, hola, y llevadle, que yo haré que duerma allí sin aire esta noche! ¡Par Dios -dijo el mozo-, así me haga vuestra merced dormir en la cárcel como hacerme rey!

En hora buena dijo el gitano ; hablemos un poco, porque eres , mi buen amigo, el que vas a enviarme a la eternidad. ¡Hermosa profesión la tuya! haces lo que Dios no podría hacer: a una hora fija, en un punto dado, apagas una vida como se sopla una vela. Lo cierto es, hermano, que esto no dura mucho más respondió el verdugo sonriendo.

Y no sería bien que ahora, que está llamando a nuestra puerta, se la cerremos; dejémonos llevar deste viento favorable que nos sopla. ¿No te parece, animalia -prosiguió Sancho-, que será bien dar con mi cuerpo en algún gobierno provechoso que nos saque el pie del lodo?