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Actualizado: 21 de junio de 2025


Sonríen la mayoría de los etnólogos, cuando se les habla de que las relaciones entre las razas antíguas americanas y polinésicas, han sido mayores que las admitidas generalmente, pero no es posible olvidar las mazas de piedra encontradas en Colombia y en el Perú, y casi indudablemente, en la República Argentina, pues durante mi visita á Santiago del Estero, en 1876, se me habló y se me hizo el diseño de una maza de piedra verdosa, que no era otra que una maza neo-zelandesa.

Amamos, queremos ser amados, caemos a los pies de una mujer, y le ofrecemos el corazón, la vida, el alma, y luego, cuando somos correspondidos, cuando la dicha y la felicidad nos sonríen, olvidamos nuestras promesas más sinceras, nuestros juramentos más sagrados.

Su cielo, siempre lleno de luz; sus alboradas, con sus diamantinos rocíos; sus plácidas noches, con los vividos destellos de los miles de alitaptap que baten sus alas de fuego en las rojas corolas del árbol del amor; la grandiosidad de la selva con sus árboles seculares, sus misterios, sus pájaros, sus arroyos y sus flores, sonríen á su espíritu y le enseñan á amar al que enciende en los altos plenilunios la pálida faz de la sultana de los cielos, á la que Ambrosio como todos los de su raza, rinde una verdadera admiración.

En la cazuela no queda títere con cabeza: albergue de solteronas y de doncellas, a las que el lujo y la riqueza no sonríen ni popularizan, se convierte en Criterion: allí se pasan por cedazo todas las reputaciones, ya sean de hombres o de mujeres. Allí se publican los deslices de la más linda mujer casada, que brilla en un palco, aunque sea más virtuosa que Lucrecia.

Entre el confuso tropel de carruajes pasa una carretela donde lleva un matador a sus peones: en el pescante el criado muestra con orgullo los estoques y el lío de capotes, los diestros sonríen serenos, el sol arranca destellos a los bordados de las chaquetillas, la escolta de granujas forcejea por subirse a la trasera, y al desaparecer el coche deja tras un murmullo de admiración jamás inspirada por los hombres que mejor sirvieron a la patria... Luego cesan poco a poco el cascabeleo y los trallazos, hacia la Puerta de Alcalá se divisa una larga fila de simones que vuelven con el se alquila puesto, y la calle recobra su aspecto normal.

Ayestarain me miró entonces sonriendo, como se sonríen los hombres entre ellos, y me hizo esta pregunta disparatada: ¿Qué clase de inclinación siente Vd. hacia María Elvira Funes? ¡Ah, ah! ¡Por aquí andaba la cosa, entonces! ¡María Elvira Funes, hermana de Luis María Funes, todos en María! ¡Pero si apenas conocía a esa persona! Nada extraño, pues, que mirara al médico como quien mira a un loco.

Y las tumbas sonríen en esta Naturaleza esplendorosa, difundiendo, al entreabrirse bajo la acción del calor, un ligero vaho de sebo, un tufillo de estearina líquida. Busca el coronel entre ellas, leyendo los nombres. Aquí, marqués. Señala una losa con una simple inscripción: «Mary LewisLo mismo que un pájaro, Alteza. Un amanecer la encontraron muertecita en su cama del hospital.

Al notar que el príncipe les mira, se desconciertan, vuelven la espalda avergonzados, se alejan, pero antes sonríen y se llevan una mano al empenachado sombrero.

Aquí, matas enteras de la púrpura mas viva ó del dorado de mayor pureza, allí, los acacias cuyo olor es idéntico al de la bainilla, acullá, enfin, la pudorosa sensitiva con sus leves penachos color de rosa, lisongean agradablemente á la vista y sonrien á la imaginacion. Fisonomía animal.

Sólo los tres niños giran lentamente sus grandes ojos garzos, posándolos alternativamente y por breves instantes, en su padre, en su madre y en la institutriz. Algunas veces se miran entre y sonríen inocentemente, como deseando comunicarse sus pensamientos sencillos, pero lo aplazan para más adelante, como soldados en formación.

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