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Actualizado: 11 de mayo de 2025


A pesar de los mil murmullos y gritos de tan gran número de gentes, que reían, chillaban, hablaban o disputaban, el majestuoso sonido del órgano y el canto sagrado de los frailes, repercutiendo en las altas bóvedas del templo, salía a veces de él y se difundía en ráfagas sonoras sobre los asistentes que se hallaban más cerca.

Los coches comenzaron a caminar en medio de la muchedumbre. Rodeábanlos amarteladas parejas que marchaban de bracero en íntimo coloquio, viejos que llevaban niños de la mano, sujetando en la otra grandes pañuelos atestados de confites, grupos de muchachas cambiando sus impresiones en voz alta, riendo con sonoras carcajadas.

Pero el cielo sonreía con sus mil luces y excitaba a amar; las estrellas se miraban con amor unas a otras; los ruiseñores cantaban enamorados; hasta los grillos agitaban amorosamente sus elictras sonoras, como trovadores el plectro cuando dan una serenata; la tierra toda parecía entregada al amor en aquella tranquila y hermosa noche.

Escribió un drama heroico, un drama caballeresco, la epopeya de los conquistadores en las Indias vírgenes, con estrofas sonoras en las que vibraba un tintineo de espadas y corazas, y los profesionales recibieron sonriendo como hienas a este niño de buena familia que venía a quitarles el pan de la mesa. Muy bonitos los versos, pero «aquello no era teatro». Resultaba demasiado poeta para la escena.

Doña Petronila, con una manteleta de raso negro, antiquísima, mal cortada, recibía a su mundo devoto como si estuviese ella de cumpleaños. Todo se volvía allí sonrisas, apretones de manos, elogios mutuos, carcajadas sonoras, que reflejaban el interior contento de aquellas almas en gracia de Dios. El Magistral fue recibido en triunfo. ¡Qué fino! ¡qué atento!

Dentro de la caja vetusta y crujiente se alejaban sus esperanzas, la razón de ser de su vida. ¡Y así eran en realidad las grandes separaciones, los hondos dolores: sin palabras sonoras, sin frases elocuentes; completamente distintas de como se ven en los teatros y en los libros!...

Llenóse la casa de ruido, de tilinteo de cascabeles, de cadencia de uñas de perros sobre los pisos de madera, de voces sonoras y de órdenes para tener en punto al amanecer todos los arreos de caza.

Isla maravillosa, sultana bella y grácil a quien vemos ansiosa poner oro y corales sobre el nativo altar, y buscar en la arena de sus sonoras playas, como sus dos hermanas, cual Luzón y Bisayas, la perla de un ensueño que no quiere llegar...

Sin embargo, aplicando el oído, se observaba pronto que los gestos de las niñas, aquel levantar de ojos, aquel agitar la cabeza, aquel mirar picaresco, aquel romper en sonoras carcajadas, no correspondían exactamente a las palabras que se pronunciaban. Decía un pollo verbigracia: Manolita; ayer la he visto a usted en San José confesando con el padre Ortega. La interesada reía con gozo extremado.

Chico, no cabe duda que los grandes de la naturaleza pueden más que los grandes de España decía con su voz campanuda que no dejaba perderse una sola letra. Gonzalo, pronto, como un gran niño que era, a pasar del llanto a la risa, sonrió primero y dejó escapar al fin sonoras y formidables carcajadas con los chistes de su amigo.

Palabra del Dia

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