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Actualizado: 11 de junio de 2025
desaprobando de este modo el lenguaje, de que había abusado tanto; y aun cuando no se pueda decir que ha abandonado por completo esa manera de escribir, ya natural en él, sin embargo, no prodiga tanto sus frases sonoras y floridas como en otras, sino las guarda para las ocasiones oportunas.
Eres la voz del destino Que presides á las horas, Que con sus alas sonoras Te golpean sin cesar, Y tú, su vuelo marcando, Generosa en demasía, Devuelves una armonía Por el golpe que te dan.
Un minuto para cualquiera de ellos es mucho más que un año para cualquiera de nosotros. Sus poetas componen versos desesperados y desengañados a los quince minutos de nacer, y sus sabios inventan los más profundos y alambicados sistemas de filosofía a los treinta minutos. La voz de mis silfos es tan delgada, que sólo el fluido susodicho puede trasmitirla en ondas sonoras.
Y se agitan los disfraces en tumulto pintoresco, y fascinan con sus ropas, con sus ropas policrómicas, con su rostro pierrotesco, y entre rápidas volutas del furioso torbellino, burbujea efervescente, hasta el borde de las copas delicadas y sonoras, la alegría del buen vino.
No, amigo; no hay que pretender eso que usted quiere. Nada de identificar la cuestión política con la cuestión religiosa. En seguida cerraba contra Venegas. Era de oirle cuando, en un estilo conciso, breve, incisivo, ponía en la picota los dislates del pedagogo que nada sabía a derechas y todo se volvía palabras sonoras y retumbantes.
¡Pero, hombre! ¡ja, ja!... ¿Quieres que no me ría, si me dices, ¡ja, ja, ja! que tú eres un chino y yo una china? ¡ja, ja, ja! Sus carcajadas eran cada vez más sonoras y más fingidas.
Mientras los extranjeros permanecían impasibles, ellos reían con sonoras carcajadas, echándose atrás en sus asientos. Y cuando el auditorio alemán permanecía frío, el cuentista apelaba á un recurso infalible para remediar su falta de éxito. A kaiser le contaron este cuento, y cuando kaiser lo oyó, kaiser rió mucho. No necesitaba decir más.
A las diez, Pepita toca el piano, cuyas notas resuenan sonoras en la plaza. Primero se oyen unas lecciones lentas, monótonas, con una monotonía sedante, melancólica; luego parte una sinfonía de alguna vieja ópera, y por fin, todos los días, la Priere des bardes, de Godefroid.
No estaba él para templar gaitas: los nervios le eran antipáticos; estas penas sin causa conocida no le inspiraban compasión, le irritaban, le parecían mimos de enfermo; él quería mucho a su mujer, pero a los nervios los aborrecía.... Además en el teatro había tenido una discusión acalorada: un majadero, un sietemesino que estudiaba en Madrid, había dicho que el teatro de Lope y de Calderón no debía imitarse en nuestros días, que en las tablas era poco natural el verso, que para los dramas de la época era mejor la prosa. ¡Imbécil! ¡que el verso es poco natural! ¡Cuando lo natural sería que todos, sin distinción de clases, al vernos ultrajados prorrumpiéramos en quintillas sonoras!
Tenía yo un placer infantil en hacer sonar estos timbres mágicos y dejando que mis ensueños volasen en alas de esas ondas sonoras hasta el fondo de esas Asias orientales donde el sol que nace parece haberlo dorado todo, desde las hojas de sus enormes sables hasta los cantos de sus diminutos libros.
Palabra del Dia
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