Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 28 de mayo de 2025
Aquella otra casa solariega, de entrada barroca y escudo blanquinoso, labrado no ha mucho, es un noble de ayer, y muy afecto a la Iglesia, puesto que salen del portal dos dominicos de abundantes libras. Luego vienen los burgueses, el estado llano, la plebe.
La casa solariega de los Estrada distaba nada más que legua y media del palacio de los condes y se hallaba asentada sobre una eminencia de la margen derecha del río Lora. Entre la casa y el palacio, aunque mucho más cerca de éste, encontrábase la pequeña villa de Vegalora.
Como su rostro era ya de lo más desgraciado que pudiera verse, aquel surco sinuoso y colorado acabó de prestarle una apariencia monstruosa y hasta temible. Era más joven que su hermana María. No llegaba aún a los cincuenta años. Vivía célibe y solo en la casa solariega que los Oscos tenían en la calle del Pozo, nada magnífica por cierto.
El aire, oxigenado y regenerador, penetraba en los pulmones de Julián, que sintió disiparse inmediatamente parte del vago terror que le infundía la gran casa solariega y lo que de sus moradores había visto.
Todos los días, por espacio de siete generaciones, un individuo de otras tantas de procurador, llegó á la casa solariega, y nunca se puso el sol quedando aplazada una conferencia por haber dormido fuera del hogar un Seturas; ninguno de ellos se hubiera atrevido á hacerlo sin presagiarse una sentencia fatal. Don Silvestre, al fin, era Seturas, y no quería desmentir su apellido.
Ramiro solía quedarse hasta la noche en el último piso del torreón, escuchando los cuentos y parlerías de las mujeres. Allí terminaba la tiesura solariega. Allí se canturriaba y se reía. Allí el aire exterior, en los días templados, entraba libremente por las ventanas, trayendo vago perfume de fogatas campesinas y el sordo rumor de los molinos y batanes en el Adaja.
No olvidará tampoco la salida de la casa solariega, la ascensión por el camino que el día de su llegada le pareció tan triste y lúgubre.... El cielo está nublado; ciernen la claridad del sol pardos crespones cada vez más densos; los pinos, juntando sus copas, susurran de un modo penetrante, prolongado y cariñoso; las ráfagas del aire traen el olor sano de la resina y el aroma de miel de los retamares.
El poeta nos lleva en seguida á la casa solariega de los Benavides, y nos representa los inocentes solaces de Sancho y de Sol, dos jóvenes campesinos, que, si bien todavía casi niños, se profesan inclinación amorosa. Esta escena es encantadora y de las mejores de nuestro poeta.
[Nota 63: A diferencia del señor Bonilla, paréceme que con la frase hidalgo a cuatro vientos no quiso decir nuestro autor que don Cleofás, yendo por el tejado, «se hallaba expuesto a todos los aires», sino que era un hacia hidalgo, sin casa solariega, y, por tanto, a la intemperie o a los cuatro vientos.
Resultaba, pues, como ya queda apuntado, que en la casa de los amos sólo vivían D. Acisclo, doña Luz y su criada Juana. Tomás, el antiguo criado del marqués, vivía en la casa solariega con un mozuelo que le ayudaba a cuidarla y a cuidar también el hermoso caballo negro de la señorita. El aperador y los suyos hacían rancho aparte y tenían una cocinilla moruna donde guisaba la aperadora.
Palabra del Dia
Otros Mirando