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El amor de Dios y la aspiración á unirse con él, según mil veces lo explican nuestros místicos, fueron una preparación y habilitación de las almas para que obrasen luego, en la vida terrenal, inauditos prodigios de amor al prójimo, y para que diesen cima á casi sobrehumanas empresas.

Nerviosa, vehemente, dotada de impetuosidades sobrehumanas, poseedora de una voz capaz de repetir todos los alaridos dantescos de la tragedia, con ella resucitaron las heroínas sangrantes y solemnes de Corneille y de Racine: Cinna, Safonisbe, Andrómaca, Ifigenia... Pero siempre, á despecho de tantos triunfos, persistía en ella el recuerdo romántico de La vandeana, su primer drama, con el que salió de la obscuridad y que, según la frase feliz de Julio Janin, fué para Raquel «La Marsellesa de sus días de hambre...»

Pedro no hallaba palabras oportunas, sino aquella confusión y malestar que la gente dada a la frivolidad y el gozo experimenta en la compañía íntima de una de esas criaturas que pasan por la tierra, a manera de visión, extinguiéndose plácidamente, con la feliz capacidad de adivinar las cosas puras, sobrehumanas, y la hermosa indignación por la batalla de apetitos feroces en que se consume, la tierra.

Aquel santo varon, de alma tan pura como la blanca nieve de sus canas, que al cabo de una vida de amargura, consumida en virtudes sobrehumanas, iba á llevar de Dios á la presencia cual la de un niño pura su conciencia, piensa profundamente que es esa dicha demasiado grande para poder lograrla fácilmente; y aún cuando su alma cándida le abona, y aunque la llama de la le escuda, siente que la esperanza le abandona nublada por las sombras de la duda.

Una atmósfera de misticismo, de iniciaciones sobrehumanas, de secretos intactos á través de los siglos, parecía desprenderse de estos montones de volúmenes polvorientos, algunos con las hojas roídas.

Hermes, tres veces grande, con un buril de diamante hecho ascua grabó todo lo sustancial de la ciencia en una lámina de esmeralda y dejó escondida la lámina en la mayor de las pirámides de Egipto, en recóndito y estrecho aposento, a donde no podía llegarse sino por un revuelto e inextricable laberinto, o bien por la violencia de un héroe conquistador de sobrehumanas facultades.

¡Empresas sobrehumanas!... Allá arriba, en las peñas de Lure, existía un bosque de cedros inaccesibles, donde jamás leñador alguno se había atrevido a subir. Va Calendal y permanece allí treinta días completamente solo. Durante treinta días, óyese el ruido de su hacha, que resuena al hundirse en los troncos.

Este, que sus haberes nunca esconde, Pues siempre los reparte, ó los derrama, Ya sepa adonde, ó ya no sepa adonde: Este, á quien tiene tan en fil la fama, Puesta la alteza de su nombre claro, Que liberal y prodigo le llama: Quiso prodigo aqui, y alli no avaro, Primer mantenedor ser de un torneo, Que á fiestas sobrehumanas le comparo.

Entretanto, la condición del tal Ben-Farding es llana y fácil por todo extremo; me trata como a su igual y camarada..." ¿Y la muchacha? prorrumpió el loco. La Sultana replicó algo amostazado el Sultán prosigue en su paroxismo, y yo aguardo tus infalibles recetas para verla en la completa posesión de su hechicero espíritu, de sus facultades casi sobrehumanas y de su celeste hermosura.