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Actualizado: 16 de junio de 2025
Toda apelación a las medidas legales, con el fin de establecer la culpabilidad de Silas, era contraria a los principios de la iglesia del Patio de la Linterna. Según esos principios, era prohibido recurrir a la justicia contra los cristianos, aun cuando el hecho resultara menos escandaloso para la comunidad.
Las largas pipas hicieron un movimiento simultáneo, como el de las arterias de insectos asustados. Todos los presentes, sin exceptuar al escéptico herrador, tuvieron la impresión de que veían a un aparecido y no a Silas Marner en carne y hueso. En efecto, la puerta por que había entrado Silas estaba oculta por los bancos de alto respaldar, y nadie había advertido su llegada.
No era la caja de yesca de Silas, porque la única que hubiera poseído nunca estaba aún, sobre un estante, en su casa. La opinión generalmente aceptada, fue que la caja encontrada en el foso tenía alguna relación con el robo. Una pequeña minoría sacudía la cabeza y daba a entender que aquél no era un robo respecto del cual pudieran arrojar mucha luz las cajas de yesca.
Yo, si no supiera el Padrenuestro y algunas migajas de buenas palabras que puedo recoger en la iglesia, por más que me pusiera de rodillas todas las noches no sabría qué decir. Sin embargo, señora Winthrop, siempre podéis decir alguna cosa que yo soy capaz de comprender observó Silas.
Os venimos a molestar muy tarde, querida dijo la señora Cass, tomando la mano de Eppie, mirándole el rostro con expresión admirativa y de vivo interés. La misma Nancy estaba pálida y trémula. Eppie, después de haber acercado sillas para el señor Cass y su señora, fue a ponerse de pie junto a Silas y frente a ellos.
No cabe duda dijo Dolly casi con contrición que es más fácil decir estas cosas que hacerlas, y casi me da vergüenza hablar de ellas. No, no, señora Winthrop dijo Silas , tenéis razón. Existe algún bien en este mundo, ahora lo comprendo; y esto nos convence de que hay más del que podemos pretender, a pesar de los disgustos y la maldad.
He venido a buscar al doctor; necesito ver al doctor le dijo Silas ; ante todo, al señor Crackenthorp. ¿Qué sucede, Marner? dijo el pastor . El doctor está aquí; pero antes decid tranquilamente para qué lo necesitáis.
El trabajo que todo hombre prosigue con asiduidad, tiende, de ese modo, a volverse un fin por sí mismo, haciéndole salvar de este modo los vacíos sin atractivos de su existencia. La mano de Silas se complacía en manejar la lanzadera, y sus ojos se distraían al ver los pequeños cuadros del tejido completarse bajo sus esfuerzos.
Es difícil decir quién se sintió más profundamente agitado: si Silas o Eppie, con las últimas palabras de Godfrey.
El oro había confinado los pensamientos de Silas en un círculo siempre igual y que no conducía a ninguna parte más allá de sus propios límites; Eppie, criatura formada de cambios y esperanzas, obligaba ahora a sus pensamientos a ir hacia adelante.
Palabra del Dia
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