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Actualizado: 16 de junio de 2025
Abandonado en las tinieblas y buscando en ellas sus caminos a tientas, falto por completo de su apoyo, Silas tenía inevitablemente el sentimiento sentimiento triste, en verdad, y que casi rayaba en la desesperación de que si algún socorro le llegaba no podía ser sino de afuera. Así es que sentía una ligera emoción de esperanza a la vista de sus semejantes.
Pero en el momento en que comenzaba a concebir una vaga esperanza de que quizás se había equivocado, el señor Crackenthorp y el señor Lammeter, sorprendidos por aquella extraña visita, ya se habían adelantado hacia Silas. Godfrey se les reunió en seguida, incapaz de permanecer quieto y sin recoger la menor palabra.
Un día, al volver del pozo, tropezó contra la traviesa de una cerca, y el cántaro de barro, al caer con fuerza sobre las piedras de la bóveda de un foso, se rompió en tres pedazos. Silas los recogió y los llevó a su casa muy apesadumbrado. El cántaro ya no podía servir; sin embargo, armó los pedazos, y, como recuerdo, colocó aquella ruina en su sitio acostumbrado.
Silas le dijo hasta la vista a Dolly, y le dio las gracias cordialmente abriendo la puerta. Sin embargo, a pesar suyo se sintió aliviado cuando ella se hubo marchado, satisfecho de poder volver a tejer y gemir a su gusto.
Muchísimas gracias... dijo Silas vacilando un poco . Os agradeceré mucho que me digáis lo que debo hacer. Después, mientras se inclinaba hacia adelante para mirar a la niña no sin un poco de celos , y ésta echaba la cabeza contra el brazo de Dolly y observaba de lejos a Silas con satisfacción, el tejedor agregó con aire inquieto: Pero deseo atender yo mismo a la niña.
Silas, agitado por el temor más grande que podía asaltarlo, se precipitó hacia afuera gritando: «¡Eppie!», y corrió rápidamente hacia el espacio sin cerco, explorando las cavidades secas en que hubiera podido caer e interrogando en seguida con los ojos asustados la superficie lisa y rojiza del agua. Gotas frías de sudor le mojaron la frente. ¿Cuánto tiempo haría que había salido?
Pero Silas era a la vez sano de espíritu y honrado; sólo que en él, como en muchos hombres fervientes y sinceros, la cultura intelectual no había trazado un curso particular al sentimiento religioso, de manera que éste se esparcía por la vía reservada a la investigación y a la ciencia.
Había tratado en vano de guiar él mismo los primeros pasos de su hija adoptiva para la instrucción. Ahora que era grande, Silas había tenido ocasión a menudo, en esos momentos de apacible confidencia que se presentan a las personas que viven juntas en un afecto perfecto, de hablar también del pasado con ella; de decirle cómo y por qué había vivido solo hasta que ella fuera enviada.
La propia Dolly estaba dispuesta a guardar silencio durante un tiempo, porque aquellas palabras brotaban de las profundidades de su sencilla creencia y estaba ansiosa por saber si producirían en Silas el efecto deseado. Este estaba confuso e inquieto, porque aquellas palabras de Dolly de que «la niña no había sido bautizada» no tenían sentido claro para él.
Ella lo torna confuso, porque aquellos símbolos se han desvanecido, y también torna vago el presente, porque no lo sostiene ningún recuerdo. Pero, ni aun la experiencia de esas almas les permite figurarse claramente lo que sintió un simple tejedor como Silas Marner, cuando abandonó su pueblo y sus amigos para irse a establecer a Raveloe.
Palabra del Dia
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