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Actualizado: 27 de junio de 2025
En esos momentos estaba metiéndose a manos llenas en los bolsillos el dinero que acababa de ganar. ¡Ah! ¡eres tú, borrachón! ¿Dónde está Yolanda? ¿Qué sé yo? Búscala. Y se pone a jugar otra vez. Los demás hombres estaban incómodos, pero trataban de no hacerlo ver: Siéntese, pues, joven esposo me dicen.
¿Hay alguna desgracia? le pregunté, mirándola á la cara. No, no es eso precisamente. Usted mismo juzgará. Siéntese. Mi querido hijo; ha pasado usted dos ó tres noches en el castillo durante la presente semana ¿no ha observado en él nada nuevo ni de singular, en la actitud de las señoras?... Nada. ¿No ha notado al menos en su fisonomía una especie de serenidad no acostumbrada?...
Doña Manuela atendía con interés las palabras de los compradores y no volvió la cabeza para ver quién abría la puertecilla de la garita a la que pomposamente llamaban despacho y saltaba velozmente el mostrador. Siéntese usted, mamá.
«Luego, luego veremos dijo el Director, resistiéndose a tomar la suma . ¡Ah! ¿También trae ropa? Veo que no se descuida usted... Está bien, bien. El pobre D. Tomás tenía ya mucha falta... Déjelo usted ahí. Luego... Siéntese usted y descanse. ¿Pero no le veré ahora mismo? preguntó ella con ansiedad. No es fácil, no es fácil. Ya sabe usted que se excitan mucho al ver a las personas de su familia.
Siéntese aquí, al lado mío. Y ustedes perdónenle. ¡Ha sufrido tanto por mi culpa! ¿Pero qué lío es este, Adriana? interrogó Charito con aire de sorpresa y de reproche. Ya lo sabrás, cuestión de algunos minutos. Todo se aclarará. Ya lo sabrás también tú, Lucía, aunque sospecho que también te estabas enamorando un poco de Muñoz... ¿Qué le decías, con tanto mimo, cuando yo entre?
Los chicos volvieron a enterarse con creciente interés de la salud de Barragán. ¿Cómo se encuentra, padre? No ha habido novedad, ya lo vemos. Está gordo, señor; está usted muy lúcido... Pero siéntese, padre, siéntese... No queremos que se moleste. ¿No ves qué gordo y qué florido está el padre? dijo Federiquito dirigiéndose a su hermano. Está brillante como un espejo.
LEONIE. ¿No quiere usted hacer carrera en el ejército...? ¡Me parece mal...! Un hombre joven y bien formado, como usted, tiene un hermoso porvenir en la carrera militar. ¡Pero siéntese usted...! CIRILO. ¡Muchas gracias...! ¡Temería molestarla...! LEONIE. ¡Oh! No tengo nada que hacer hasta las ocho. Si usted quiere, saldremos juntos a recorrer París.
No sé si Luciana lo echó de ver. No es pedir a usted mucho me dijo. Siéntese... a mi lado... unos minutos. ¡Al lado de usted! exclamé con una admiración irónica. En verdad, me colma usted de bondades... ¿Qué pasa, pues? Pero había ya cedido a la atracción de sus hermosos ojos y sentádome a su lado. Durante un rato estuvimos callados. Hable usted me dijo por fin.
Descuide usted, que le echaré hoy una buena peluca. Lo mejor será que no trabaje más aquí; cualquier día nos mete en un conflicto... Pero siéntese usted...». Al ofrecerle una silla, Ballester parecía poner especial cuidado en dar a conocer sus botas nuevas, resplandecientes; en que Fortunata admirase su levita y su cabellera rizada a fuego, la cual despedía fuerte olor a heliotropo.
He sido invitado a una comida y he tenido que asistir a un contrato... Digo asistir, porque ya no ejerzo; he vendido mi notaría y, gracias a Dios, no debo nada a nadie. Excepto a nosotros. Nos debe usted un desenlace. El de la historia de Judit... Le hemos reservado su puesto... Vaya, siéntese.
Palabra del Dia
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