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Actualizado: 11 de julio de 2025
El orador termina con pocas palabras más su grandioso discurso, y levanta la sesión. Los espectadores salen del teatro medio asfixiados, tanto por las múltiples emociones que en poco tiempo habían experimentado, como por los treinta y ocho grados centígrados que había en el local. Esto pasaba en las altas esferas.
A cosa de las seis, el profesor Gilberto Tassouin, antiguo buen mozo, muy grave, se presenta; asiste al final de la sesión sin decir una palabra. La señora Bouzine está inquieta. LA SE
A buena parte iba la correveidile de Glocester». Fortunato ya había dado palabra de honor de ir a la solemne sesión de La Libre Hermandad. Esto y el ver allí a la de Páez, su más fiel devota, agravó el mal humor del Vicario. Le costó trabajo estar fino y cortés y lo consiguió gracias a la costumbre de dominarse y disimular.
Sobre todo cuando se llevan la mano al corazón y mueven la cabeza a un lado y a otro y les tiembla la voz, le digo a usted señor de Barragán que es cosa de comérselos. En vida de mi difunto no perdía una sesión, porque era primo hermano del portero mayor; pero ahora ya ve usted... las cosas han cambiado, y los parientes gracias que le saluden a uno en la calle.
Pero, según tengo entendido, también es usted paisajista... Hay en los alrededores puntos de vista deliciosos... Ese será su desquite y su consuelo de usted. Señora baronesa, crea usted firmemente que no tengo necesidad ni del uno ni del otro. ¿Permite usted que los modelos hablen durante la sesión? ¿No incomoda a usted eso?
Estando en esta sesion, las gentes que cubrian los corredores dieron golpes por varias ocasiones á la puerta de la Sala Capitular, oyéndose los voces de que querian saber lo que se trataba: y uno de los Señores Comandantes, D. Martin Rodriguez, tuvo que salir á aquietarlas.
Aquel recibimiento caluroso, la noticia de aquella gran sesión de la célebre Fontana, estimularon el entusiasmo á que siempre propendía su carácter, y se dejó llevar. Quién sabe si había algo de providencial en aquella extemporánea visita á la Fontana. Tal vez le conocían ya de oídas por sus brillantes discursos de Zaragoza. ¿Cómo tal vez? Sin duda le conocían ya.
Y el club de los reyes dijo uno que se escurrió como si hubiera dicho una imprudencia. ¿Quién ha dicho eso? exclamó el Doctrino furioso. No hagas caso: es uno de los que creen esas calumnias indicó Javier. Vamos, señores: esta noche hay gran sesión en la Fontana. Mañana me llevarás allá dijo Lázaro á su amigo con empeño. ¿Cómo mañana?
Su boca era grande, y muy toscos los labios; pero en el conjunto de la fisonomía había una clara expresión de noble atrevimiento, y en su mirada profunda la penetración y el fuego de los ingenios de la antigua raza. Comenzó á hablar relatando un suceso de la sesión anterior, que había dado ocasión á que salieran de la Fontana Garelli, Toreno y Martínez de la Rosa.
El abate pensaba realizar un buen negocio, ya haciéndose por cualquier medio poseedor del derecho, ya pleiteando por cuenta de ella, con esperanza de sacar un buen bocado. Su hambre era tanta como su ingenio, razón por la cual había probabilidad de que saliera adelante con su empresa. Dejémosle allá dedicado á la ardua tarea de conquistar á la semidiosa, y asistamos á la sesión de La Fontanilla.
Palabra del Dia
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