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Actualizado: 11 de junio de 2025


En todo el camino, hasta la puerta de San Vicente, el fúnebre cortejo fue una sesión ambulante de la Bolsa. Aquellos señores, sin acordarse del motivo que les obligaba a andar por las calles en procesión, hablaban de los negocios, de la fuga de Morte, con gran estallido de fin de mes, y de la desesperada situación de los discípulos del famoso banquero.

La Fontana es nuestra gritó el Doctrino. Lo mismo ha pasado en Lorencini. Se han marchado esos señores con su orden y su cordura. El campo en nuestro. Convocar á la gente para esta noche. ¡Todo el mundo á la Fontanal! A la Fontana, á las diez. En la sesión preparatoria de la Fontanilla no ocurrió nada de notable.

Estoy decidido a no gastar palabras en balde; mi periódico ha de ser todo substancia; así cada sesión de Cortes vendrá en dos líneas; algunos días en menos; como de esas veces no ocupará nada. Artículos de política. Los habrá. Estos, en no entendiéndolos nadie, estamos al cabo de la calle. Y eso no es difícil, sobre todo quien no los ha de entender es el censor. Oposición: eso por supuesto.

Neluco y yo, que le habíamos oído embelesados, le aplaudimos de muy buena gana, sobre todo Neluco, que era un cantabrazo como una loma; y como la sesión había sido larga y entró la mujer de antes a prevenirnos que estaba la cena dispuesta y a preguntar a su amo si la servía porque habían dado ya las ocho en el reló de «allá atrás», decidimos al punto afirmativamente Neluco y yo, por cortés delegación de aquél; apoderóse de la luz la sirvienta; salió del despacho delante de nosotros, y la seguimos los tres al comedor, que era otro salón bastante destartalado y muy frío, situado al Norte de la casa.

Que la humanidad siempre es la misma bajo los distintos disfraces con que se va presentando en cada siglo. Y si el lector al llegar aquí, y en uso de su derecho, me pregunta á qué conducen las anteriores perogrullescas reflexiones, le diré que ellas son lo único que saqué en limpio de mi última sesión con mi buen amigo don Pelegrín.

Fomentaba el Rey el escándalo por medio de agentes disfrazados; ayudaba el club á los ministros; éstos le herían; vengábase aquél, y giraban todos en un círculo de intrigas, sin que los crédulos patriotas que allí formaban la opinión conociesen la oculta transcendencia de sus cuestiones. Pero oigamos á Calleja que pide á voz en cuello que comience la sesión.

También era él de los que salían a la escalinata del Congreso a recibir las reales personas en la sesión inaugural, y en una legislatura fue de la comisión de gobierno interior, lo que le dio gran realce ante los ujieres. Ese Brull decían en el salón de Conferencias será algo el día en que suban los suyos.

D. Pascual Ruiz Huidobro, Señores de la Real Audiencia y del Tribunal de cuentas, Ministros de Real Hacienda, y Gefes de oficinas, Cabildo Eclesiástico, Curas y Prelados de las religiones, Real Consulado, Comandantes, Gefes, y algunos oficiales de los cuerpos de esta guarnicion, Alcaldes de barrios y vecinos, Catedráticos y profesores del derecho; compartiendose por barrios los encargados de distribuir las esquelas: y ordenaron por último se disponga proclama enérgica, con la cual haya de darse principio á la sesion el dia de mañana.

A las palabras que dijeron, impregnadas de esa cortesía dulzona que informa el estilo y el metal de voz de las religiosas del día, iba la neófita a contestar alguna cosa apropiada al caso; pero se cortó y de sus labios no pudo salir más que un ju ju, que las otras no entendieron. La sesión fue breve.

Se trataba de una visita al almacén de Hop-Sing, la apertura y exposición de algunas raras curiosidades y novedades chinas, una sesión en el despacho posterior de la casa, una taza de te, de bondad desconocida fuera de estos sagrados lugares, cigarros y una visita al teatro o templo budhista.

Palabra del Dia

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