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La partida que ella le había jugado a Maxi era demasiado serrana para que este la olvidara por lo que dicen los libros. Al otro día entró el simpático amigo más alegre y excitado. Su proyecto llegó a dominarle de tal modo, que no sabía pensar en otra cosa, y de la mañana a la noche estaba dando vueltas al tema.

De 1608 es el último autógrafo de comedias en cuya firma encuentra el señor Castro la inicial de la serrana, y en comedias posteriores a esta época tampoco descubre ya las alusiones a Lucinda, tan abundantes en las de los años anteriores. De un pasaje de la Jerusalem parece desprenderse que Lope tuvo cinco hijos en Micaela, sólo dos de los cuales, Marcelica y Lopillo, alcanzaron la edad adulta.

La Villana de Getafe, La Serrana del Tormes y la heroína de Los Donaires de Matico, urden las más osadas intrigas y traiciones. En las dos últimas, y en algunas otras de Lope, se encuentra la invención, tan repetida después en el teatro español, de una dama que se disfraza con vestidos de hombre para seguir á su amante, ó para desbaratar los planes de los desleales.

créeme; si ganamos a doña Lupe, todos los demás bajarán la cabeza, incluso tu marido. Doña Lupe es la que manda allí, y peor para ellos si no mandara. ¡Oh!, yo dudo mucho que quieran... Les jugué una partida muy serrana afirmó ella, gozosa de encontrar un argumento contra aquel plan tan contrario a su gusto , pero muy serrana. Lo que yo hice es de eso que no se perdona.

Me parece, señora serrana, que aquí no hay negruras que maten ni asusten a ciertos corazoncitos temerosos y delicados... Bien claro, abierto, luminoso y variado es por donde quiera que se mire todo ello... Vamos, diga usted que o que no, como Cristo nos enseña. ¿E de zu mercé la vega tamién? preguntó Catana a su amo, en lugar de responderle.

Cada vez me iba poniendo más serio y hacía preguntas más insustanciales. La Serrana me dijo de pronto: ¿ eres gallego? No; soy de Salamanca respondí, negando a mi tierra, como San Pedro negó a su Maestro. Pues se me figuraba... Habiéndole tocado el asunto de su infancia, la ex novia del Saleri se animó un poco.

«El de ocho sílabas es el más famoso, más antiguo, más natural y más comúnSarmiento, Memorias para la historia de la poesía española. Sarmiento cita cuatro párrafos de antiguas crónicas y de leyes alfonsinas, que, si bien escritas en prosa, son verdaderos romances. A la decidida De una corrida Fallé la serrana Fermosa, lozana E bien colorida.

Desde el rincón donde me hallaba sentado arrojábale miradas furibundas, que él estaba lejos de advertir. Sin embargo, al cabo de un momento observé que la Serrana y Lola, formando grupo con él y otros dos barbianes, miraban hacia sonrientes.

Las cabezas, harto calientes ya por el alcohol, después de aquel fugaz enfriamiento, se pusieron más fogosas. Vino el período de las canciones báquicas, desacordadas; las frases obscenas menudearon entre ellos y ellas. Un barbián salió a bailar el tango con Matilde la Serrana, mientras Concha les batía las palmas y cantaba con voz opaca de prostituta.

La verdad es que Pereda, ni entonces ni ahora, hizo otra cosa que seguir los impulsos de su peculiarísima complexión literaria, ni se mostró jamás ansioso de teorías y novedades, ni reconoció nunca otros maestros que la hermosa naturaleza que tenía enfrente y el estudio de nuestros clásicos, de quienes heredó, sin afectación de arcaísmo, el buen sabor de su prosa, tan castiza y tan serrana.