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Actualizado: 5 de junio de 2025


Cuando se encontraba en una situación apurada, cercado por los carabineros, cuando se perdía en el monte, en medio de la noche, cuando tenía que hacer un esfuerzo sobre mismo, recordaba la actitud y la voz del viejo al decir: ¡Firmes! ¡Siempre firmes! Y hacía lo necesario en aquel momento con decisión. Tenía Martín serenidad y calma.

Antes de esa edad corremos el riesgo de dejarnos llevar de impresiones fugaces y transitorias. A los 25 años nuestro espíritu ha logrado ya cierto grado de serenidad y nuestros sentidos una dulce calma que no conturba nuestros juicios. Antes, todo es emoción indisciplinada, torbellino de sensaciones, exaltación sin fundamento, inconsciencia, capricho, delirio.

De sus intersticios a la par que brotan chorros de agua formados por vertientes naturales y por la condensación de la enorme masa de vapores que se desprenden del Salto, arrancan árboles de diversas clases, creciendo sobre el abismo con tranquila serenidad.

El grande hombre inspiró lástima á Desnoyers. Hacía esfuerzos por conservar su serenidad estoica de padre á estilo antiguo, recordaba á sus ascendientes gloriosos y á todas las figuras heroicas de la República romana.

Fué inclinándose el vapor de un modo alarmante, mientras los hombres obedecían esta orden sin perder su serenidad. Una trepidación desesperada conmovió la cubierta. Eran las máquinas, que lanzaban estertores agónicos, al mismo tiempo que huía por la chimenea un torrente de humo denso como tinta. Los fogoneros volvieron á la luz con los ojos dilatados por el espanto sobre sus caras negruzcas.

Veía rojo, cual si sus ojos estuviesen inyectados de sangre. Escuchaba, como algo lejano que venía de otro mundo, el vocerío de la muchedumbre aconsejándole serenidad.

Y en el acento de temor y de sorpresa del duque, que era siempre hinchado, doña Ana creyó oír el acento de un rey ofendido. ¡Ah! ¡perdón! ¡perdón, señor! exclamó no crea vuestra majestad... Era tan grave lo que sucedía, que el duque de Lerma perdió la serenidad y exclamó: ¿Cómo os he de decir que yo no soy el rey?

Cumplía mi encargo, y ella me daba otra para llevarla a él. ¡Cuántas veces sentía tentaciones de quemar aquellas cartas, no llevándolas a su destino! Pero por mi suerte, tuve serenidad para dominar tan feo propósito. No necesito decir que yo odiaba a Malespina.

Como dato final, a las nueve llegaron al galope dos agentes a darnos la filiación de los perros rabiosos vistos, y a recomendarnos sumo cuidado. Había de sobra para que mamá perdiera el resto de animación que le quedaba. Aunque de una serenidad a toda prueba, tiene terror a los perros rabiosos, a causa de cierta cosa horrible que presenció en su niñez.

La cual, después de enterada, tomó de pronto una actitud enteramente distinta de las que había tomado hasta entonces; se acercó más a su embelesado interlocutor, y eso que ya estaban bien juntos, y le habló así: Vamos a ver eso con mucha serenidad. Lo primero que hay que hacer aquí es ponerle a usted en el peor de los casos; quiero decir, en el que llama usted peor. ¿Y usted no? Allá veremos.

Palabra del Dia

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