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Actualizado: 5 de junio de 2025


Subió la sangre al rostro de doña Mencía y le tiñó de rojo al escuchar aquellas palabras; pero con serenidad y calma, para que lo que había resuelto no se atribuyese a momentáneo arrebato, sino a resolución premeditada e irrevocable, dijo a D. Diego de esta suerte: No hubiera yo presumido ni creído nunca, Sr.

Es la puerta del infierno dijo en vascuence, en voz baja, y se santiguó varias veces. Yo le dije que no tuviera miedo; no nos pasaba nada. El me miró, algo asombrado de mi serenidad. ¿Qué hacemos? murmuró. ¿No habrá sitio donde atracar? le pregunté. Las paredes, hasta bastante altura, eran lisas.

Batiste sonreía irónicamente mientras hablaba Pimentó, y éste, al fin, pareció confundido por la serenidad del intruso, anonadado al encontrar un hombre que no sentía miedo en su presencia.

Su esposa, llamada «la bella Elena», por una hermosura indiscutible, que sus amigas empezaban á considerar histórica á causa de su exagerada duración, recibía con más serenidad estas cartas, como si toda su existencia la hubiese pasado entre deudas y reclamaciones.

Y en cuanto á usted, querido amigo, no tenga pesares, créame: posee usted en mismo lo que más se parece á la felicidad en este mundo, y gracias al Cielo, creo que siempre lo poseerá: la paz de la conciencia y la varonil serenidad de una alma consagrada al deber. Este anciano tiene razón, sin duda alguna. Estoy tranquilo y sin embargo, no me siento dichoso.

aprenderás esto, aprenderás a poner tu fealdad a los pies de la hermosura, a contemplar con serenidad y alegría los triunfos ajenos, a cargar de cadenas ese gran corazón tuyo, sometiéndolo por completo, para que jamás vuelva a sentir envidia ni despecho, para que ame a todos por igual, poniendo por encima de todos a los que te han causado daño.

Habremos pasado una semana de campo, después se derretirá la nieve, y partiremos cada cual por su lado. El franco optimismo del joven y la serenidad de don Jorge, comunicose a los demás.

Entonces, obediente a una seña de su amo, Benigno escanció otro largo chorro de sol embotellado en la copa del estanquero, quien sin perder la serenidad, habló de este modo: No quiere usted entenderme... Usted parte un pelo en el aire...; pero yo, aunque no he recibido cierta educación, tampoco soy negao.

¡Cuánta serenidad, pues, en menos de un año, para ocuparse en apuros de la patria hasta de los más pequeños dimes y diretes! ¡Cuánta conversación! Temístocles le decía a su general: ¡Pega, pero escucha!

Pero si la apariencia y el rostro, el gesto reposado y la lengua muda son señales de un espíritu fuerte y sereno, Gracián tenía serenidad y fortaleza.

Palabra del Dia

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