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Al asombro de Migajas sucedió una pena tan viva, que deseó morirse en aquel mismo instante. ¡Ver desaparecer al objeto amado, cual si se lo tragara la insaciable tumba, y no poder detener aquella existencia que se escapa, y no poder seguirla aunque fuera al mismo infierno! ¡Desgracia superior á las fuerzas de un mortal!

Pepe había dicho claramente a Paz la situación de su familia; que su padre era un antiguo y modesto funcionario de Hacienda; que él tuvo que abandonar la carrera por falta de recursos para seguirla, ateniéndose a un empleo concedido casi por caridad; pero no pasó adelante: nada dijo de la imprenta, del apoyo de Millán, de las galeradas, ni de sus tareas de jornalero.

En El escondido y la tapada se ostenta el talento eminente de su autor, imprimiendo en su acción giros siempre nuevos, que mantienen el interés, y atraen al espectador de tal suerte, que por grande que sea su perspicacia y su fijeza, apenas puede seguirla: es de las comedias más brillantes de Calderón, y puede servir para probar, con este solo ejemplo, que la comedia española, en el arte de desarrollar un argumento, deja detrás de á larga distancia á cuanto han hecho en esta parte los poetas de todas las demás naciones.

Si fuésemos capaces de seguirla con nuestra experiencia, encontraríamos conforme el órden real con el ideal, y descubriríamos que cuando la experiencia está contra la teoría, con tal que esta no sea errada, es porque la limitacion de nuestros medios nos hace prescindir de las condiciones impuestas por la misma teoría.

Quise seguirla, y lo hiciera, si no me aconsejara Montesinos que no me cansase en ello, porque sería en balde, y más porque se llegaba la hora donde me convenía volver a salir de la sima.

Lo único que pudo entrever en sus evasivas fué que la persona que la enviaba se había separado de ella al ver al capitán. Cuando se alejó la mensajera quiso seguirla, pero la gorda comadre volvió repetidas veces la cabeza.

Toda nuestra imaginación no basta para abarcar en su conjunto el circuito de la gota y por eso nos limitamos á seguirla en su curso y su caída, desde su aparición en la fuente, hasta mezclarse con el agua del caudaloso río y el océano inmenso.

El primer dato concreto de esta revelación fué que al salir de casa de su amante, en vez de ir pensando en él, reflexionó que Alcázar cumplía demasiado fielmente su palabra de no seguirla.

Si topaba con alguna que fuese sola, se aventuraba a seguirla con su paso vacilante, sin malicia, sólo por rutina del oficio, como solía decir; y siempre que en sitio y ocasión de apreturas, como parada militar y procesión de Corpus, se hallaba en contacto inmediato con alguna beldad, el alma se le salía a los labios, toda acaramelada y jaleosa, para decir: «¡Cómo me gusta usted, señora!... ¡Vaya una real moza!... Dichoso el mortal que tal posee».

Este cambio no pudo pasar inadvertido a nadie, pero menos a Miguel. Observolo con placer, con el placer del artista que contempla la obra salida de sus manos; fue un aliciente más para seguirla enamorando sin calcular las fatales consecuencias que aquel devaneo honesto podría traer consigo.