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Actualizado: 10 de junio de 2025


Desde las autoridades hasta los mendigos, la fama de mis riquezas, la leyenda de las carretas cargadas de oro, inflamó todos los apetitos. La prudencia ordenaba, como un mandamiento santo, que abandonásemos parte de los tesoros, las mulas y las cajas de comestibles. ¿Y vamos a quedarnos aquí, en esta aldea maldita, sin camisas, sin dinero y sin comida? ¡Mas con la rica vida, vuestra señoría!

Parece natural que, tratándose de un hijo del país que había descubierto un nuevo camino para el Oriente asiático, la Señoría genovesa celebrase esto de algún modo.

, señor... en la Cava Baja de San Miguel. Pero miento; no me lo robaron... es decir, me lo robaron... Tranquilizáos, Montiño, porque estáis diciendo disparates. Es que vuestra señoría me está mirando con unos ojos...

Yo soy el capitán D. Pedro González de la Rivera, de cuya renta y condiciones ha escrito a su señoría mi amigo el banquero genovés Jusepe Salvago, y de cuyos altos hechos de armas en Portugal, en Flandes, en Italia y en el remoto Oriente le han dado noticias otras varias personas muy respetables.

Con este ruido, furia y alboroto llegaron donde Sancho estaba, atónito y embelesado de lo que oía y veía; y, cuando llegaron a él, uno le dijo: ¡Ármese luego vuestra señoría, si no quiere perderse y que toda esta ínsula se pierda! ¿Qué me tengo de armar -respondió Sancho-, ni qué yo de armas ni de socorros?

«Su señoría gasta ahora pocas palabras dijo Encarnación . Le hemos de poner dentro de un cántaro en un cuarto obscuro, como a las maricas, para enseñarle a hablar... ¿Quieres ver que pronto se despabila el pájaro? Pues enséñale el cañamón. Verás...».

-No es la miel para la boca del asno -respondió Sancho-; a su tiempo lo verás, mujer, y aun te admirarás de oírte llamar Señoría de todos tus vasallos. ¿Qué es lo que decís, Sancho, de señorías, ínsulas y vasallos? -respondió Juana Panza, que así se llamaba la mujer de Sancho, aunque no eran parientes, sino porque se usa en la Mancha tomar las mujeres el apellido de sus maridos.

-Gobernador he visto por ahí -dijo Sancho- que, a mi parecer, no llegan a la suela de mi zapato, y, con todo eso, los llaman señoría, y se sirven con plata.

-Calla, boba -dijo Sancho-, que todo será usarlo dos o tres años; que después le vendrá el señorío y la gravedad como de molde; y cuando no, ¿qué importa? Séase ella señoría, y venga lo que viniere.

Pero una mañana se levantó su señoría con un humor de todos los diablos, y dió orden a sus fámulos para que moliesen a palos a cualquier bicho de la canalla que fuese osado a atravesar los umbrales en busca del elemento refrigerador. Una de las primeras que sufrió el castigo fué una pobre vieja, lo que produjo algún escándalo en el pueblo.

Palabra del Dia

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