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Actualizado: 14 de junio de 2025


Sorprende en verdad que teniendo España en el siglo XIV una arquitectura tan bella, tan gallarda, tan cristiana en su fisonomía como la gótica del segundo período, fuese ese rey á servirse de la sarracena para labrar la capilla real de Córdoba; pero si bien lo consideramos, este hecho nada tiene de estraño.

Pero a la vez que el éter, el esmalte, la flor, exaltaban sobre Toledo aquel resto de gracia sarracena, la mayor parte de los vecinos había cambiado sus trajes de costumbre por tristes ropas de luto.

Al pensar que la sarracena iba a pasar junto a él dentro de breves instantes, Ramiro hundió la mano en la faltriquera y asió fuertemente su crucifijo de bronce. Encabezaban el desfile los soldados de la fe, orgullosos de las plumas flamantes de sus chapeos y de las doradas cadenas de alquimia que les prestaba el Santísimo Tribunal.

Construyóle para los célebres varones Sotomayores, señores de esta villa y de Jodar, gloriosos en Gibraltar y Algeciras, en Antequera y en Huéscar, un maestro moro llamado Mohammad por los años de 1325 . Su forma revela desde luego ser obra sarracena.

Algunas mujeres quemaban al pie de la cuesta montones de hojarasca, y un perfume rústico, mejor que el incienso, sahumaba deliciosamente el contorno. Ramiro recordó sin quererlo sus amores con la sarracena. Cuando hubo llegado a la Puerta de San Vicente, díjole al paje que esperara en aquel sitio, mientras él iba a situarse frente a la muralla del Norte.

Esforzose en experimentar inmenso desahogo; esforzose en pensar con alegría que los ojos terribles de la sarracena habían chirriado en las llamas; que su carne maldita era ahora ardiente despojo cayendo a pedazos en la hoguera; que su misterioso poder y sus hechizos diabólicos se habían hundido con su alma en la negrura de los infiernos; y sintiendo correr las lágrimas por su rostro, postrose de rodillas entre los pies de la muchedumbre, exclamando con fuerza: ¡Oh, santa, santa Inquisición, tu justicia me redime, tu hoguera me salva!

Pero, á pesar de vivir el pueblo conquistador en medio del país conquistado; á pesar del fraccionamiento de los pequeños estados de la Península que surgían poco á poco, como pequeñas islas en medio de la gran inundación sarracena; á pesar del espíritu caballeresco, de la bizarría y de la tolerancia religiosa de los califas, fueron echados al fin tras de sangrientas y tenaces luchas que formaron la Patria española y crearon la España de los siglos XV y XVI.

Ramiro respondía que con la cabeza; pero como ella, retirándose hasta el fondo de la alcoba, le demandaba de nuevo: ¿Lo juras? ¿Lo juras? El, buscándola, musitaba como ebrio: ¡; lo juro! ¡Lo juro! Otras veces, en las horas de saciedad, la sarracena se erguía sobre las almohadas, y, con los labios temblorosos, declamaba algún pasaje evangélico del Alcorán.

Es de suponer, pues, que siendo en aquellos siglos homogénea la arquitectura cristiana en el Occidente, las basílicas de Córdoba anteriores á la irrupcion sarracena y las erigidas luego por los mozárabes, presentasen todas con cortísimas diferencias la disposicion interior que acabamos de describir.

Se les conduce a la famosa torre Sarracena y se les hace admirar la belleza del paisaje que cambia de aspecto en cada uno de los cuatro puntos cardinales.

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