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Es una torre cuadrada con habitaciones de bóveda, de fábrica sarracena, tiene un muro guarnecido de cubos cilíndricos y otras obras ya muy deterioradas. Fué adjudicado en el siglo XV al gran maestre de Calatrava D. Pedro Tellez Giron, el cual lo cedió con Fuenteovejuna á su órden en el cambio que hizo por Cazalla y Osuna.

La había sentido vibrar entre sus brazos con el mismo estremecimiento de la sarracena y otras mujeres, cuando él las atraía para besarlas; y parecíale llevar aún en la mano el loco latir de aquel corazón bajo el duro azabache. En cambio, él también quedaba herido por Beatriz, y quizá para siempre.

La mas antigua corresponde á la dominacion sarracena y se advierte en un local que indudablemente fué mezquita ú oratorio de sus soberanos, y en los restos de tres arcos que se conservan en la parte del sud del patio llamado de Santa Isabel.

Hubo en esta capilla un monumento curioso de la dominacion sarracena.

Algunos restos que aun se conservan de casas de aquella época en Toledo y en Granada, leves vestigios en las de Córdoba y Sevilla, y sobretodo, el conocimiento general que nos ofrece la historia del arte, comprobado por la lectura de los documentos de la época y el de las costumbres de entonces, así como los caracteres generales que distinguieron á aquella sociedad, mitad cristiana y mitad sarracena, nos dan la clave para reconstituir también el interior de sus casas.

Ocurrió la conquista de Sevilla, y el santo rey en reconocimiento al mismo obispo D. Gutierre, que le ayudó mucho con su cabildo para llevar á cabo aquella memorable empresa, les dió el castillo y villa de Bella con todos los términos que tenian bajo la dominacion sarracena.

Como un misterioso nigromante que por arte satánica evoca de la region de las sombras, contrastando con el general espanto, deliciosos cuadros que mienten los placeres del Paraiso, así la arquitectura sarracena, ese Cástor valiente é impostor de la España árabe, hace surgir antes de entonar el Califato su himno de muerte, creaciones incomparables, tales que despues de volverse á hundir en la sima de la nada, las han de tener por fabulosas las generaciones venideras.

Los que habían de morir ocupaban los asientos más altos. Situado a la entrada de la calle, Ramiro les observaba de costado, sin poder distinguir a la sarracena.

Creía hallarse ahora con el ojo arrimado a la rendija. El Canónigo no se había equivocado. De treinta a cuarenta moriscos, vestidos algunos con sus ropas musulmanas, deliberaban, sentados en rueda. Ramiro observó que el personaje de la daga guarnecida de piedras no se hallaba presente. La sarracena iba entretanto de diván en diván.

Ramiro experimentó profunda conmoción. Acababa de reconocer al misterioso personaje del arrabal de Santiago, al abnegado morisco que le había salvado la vida, dejándole después, como recuerdo, la valiosa daga sarracena. , yo te engendré en la altiva doña Guiomar prosiguió el anciano y tu agüelo prefirió casalla en seguida con el viejo don Lope, en odio a mi raza y a mi creencia.