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Actualizado: 22 de junio de 2025
A ellas les solía parecer bien un piropo de un estudiante o de un hortera; pero la indignación fingida era mayor cuando un levita se propasaba y siempre acompañaba a la protesta del pudor el sarcasmo. Aquellas jóvenes, que no siempre estaban seguras de cenar al volver a casa, insultaban al transeúnte que las llamaba hermosas, suponiendo que el futraque tenía carpanta, o sea hambre.
La víctima lucha; interrumpe con un sarcasmo acerado; Gladstone, en señal de acceder a la interrupción, toma asiento rápidamente; pero, al ver caer el dardo a sus pies, como si hubiese sido arrojado por la mano cansada del viejo Priamo, lo toma a su vez, y, con el brazo de Aquiles, lo lanza contra aquel que deja clavado e inmóvil por muchas horas. ¡Oh! ¡la palabra!
Porque si duraba mucho la avenencia, y no se presentaba motivo de riña, se encargaba ella de buscarlo, hastiada, sin duda, de hallarse en paz con su marido. Si hacía una cosa por proporcionarle un goce cualquiera, en vez de agradecérselo, le pagaba generalmente con alguna burla o sarcasmo. Todo le parecía poco. Los mayores sacrificios los encontraba pequeños.
¡Sería gracioso que quisiera usted casarse con una muchachuela! añadió con sarcasmo. Tampoco se trata de eso; pero si usted tuviera algún antecedente... ayundándome usted y gastando cuanto fuese necesario, acaso lograríamos encontrar a sus padres. ¿Y para qué quiere más padres que usted? Necesité hacer un esfuerzo para contener la cólera que me causaba la fría insolencia de aquella mujer.
Sin confesárselo, sentía a veces desmayos de la voluntad y de la fe en sí mismo que le daban escalofríos; pensaba en tales momentos que acaso él no sería jamás nada de aquello a que había aspirado, que tal vez el límite de su carrera sería el estado actual o un mal obispado en la vejez, todo un sarcasmo.
Escúcheme, repitió ella con modo afectuoso, casi tierno, yo no merezco su cariño... Yo, Muñoz... Ah, esta será la escenita romántica, interrumpió él con una sonrisa de sarcasmo. Yo no puedo querer, ahí está toda la complicación, todo lo indescifrable. No busque otra causa. No es verdad que yo quiera a otro... ¡No es verdad que quiere a Julio! No, no, continuó ella cada vez más agitada.
Creía que yo no era como los demás, que era la caballerosidad, la hidalguía, la decencia, la nobleza en persona, el acabose de los hombres... ¡Nobleza, qué sarcasmo! Nobleza en la mentira; digo que no puede ser... y que no, y que no. ¡Decencia porque se lleva una ropa que llaman levita!... ¡Qué humanidad tan farsante! El pobre siempre debajo; el rico hace lo que le da la gana.
¡Duelos... duelitos a mí! replicó Ido con sarcasmo . Eso es para los tontos. Esas cosas se arreglan de otro modo. Y vuelta a empezar bajito, para concluir a gritos: «Yo haré justicia, se lo juro a usted... Espero cogerlos in fraganti otra vez, in fraganti, Sr. D. Juan.
Pero con el transcurso de los años de trabajos, de meditación y de obras de caridad que constituyeron la vida de Ester, la letra escarlata cesó de ser un estigma que atraía la malevolencia y el sarcasmo del mundo, y se convirtió en un emblema de algo que producía tristeza, que se miraba con cierto asombro temeroso y sin embargo con reverencia.
Y le tendía la pluma, a pesar de no haberse mencionado en la conversación el propósito de escribir a persona alguna. No puedo, don Andrés. Soy un caballero, tengo mi palabra dada y no retrocedo venga lo que venga. El viejo sonreía con sarcasmo. Sé todo lo caballero que quieras. Lo serás para esa mujer. Pero cuando rompas con ella, cuando te deje o la abandones tú no vuelvas a Alcira.
Palabra del Dia
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